Kirishima se quedó ahí, sentado frente al volante de su carro, con la mente en blanco y sintiendo un frío que, más que del cuerpo, era del alma; Hiyori se había quedado dormida otra vez en el asiento de atrás, tapada con una manta que Zen siempre llevaba para ella en el carro. La pobre había llorado tanto ese día que sus ojos se veían tan hinchados que hasta parecía que le hubiesen golpeado; y él también se sentía golpeado, como si le hubiesen dado con una viga en la cabeza, un golpe demasiado fuerte, lo habían golpeado con la verdad.
Hiyori se había resfriado, con el cambio de clima de los últimos días, y con su constitución tan debilitada por los meses de bulimia después de la muerte de Sakura, apenas hubo un poco de frío, ella cayó enferma; la había llevado al médico para un chequeo, pues los medicamentos que le habían dado antes no parecían hacer efecto, así que el doctor le había dado una nueva tanda de medicinas junto con unos suplementos de vitaminas para rehabilitar su desgastada salud. Después de eso pasaron al colegio, él solo iba a entregar los papeles con los que le indicaban reposo a Hiyo, para que no le afectara en su récord de asistencia, pero Hiyo quiso bajar también del carro porque quería ver a su onii-chan.
En realidad, Kirishima, después de lo que había pasado el día anterior, aún se debatía entre querer verlo y no; después de ese beso su mente se había vuelto un caos, y ni qué decir de su cuerpo, después de todo, era la primera vez en su vida que le pasaba algo así; y le había gustado, mucho, demasiado, tanto que se aterró. Aún recordaba el haber huido como un cobarde después de casi tomar a Yokozawa y hacerlo suyo en esa oficina; se sentía estúpido, él era un hombre grande, hecho y derecho, que había estado casado y tenía una hija, un empresario con relativo éxito y un hombre de negocios que había emprendido muchos proyectos inciertos y había salido más o menos airoso de ellos, y, sin embargo, cuando pensaba en Yokozawa, se sentía como un adolescente tonto e inexperto, y muy, muy asustado por lo que sentía.
Le gustaba Yokozawa, eso lo tenía claro, desde antes, desde esa vez, la primera vez que lo vio, el día que mataron a Sakura; claro que sentía pena ese día, quien había sido su esposa por diez años y la mujer que más había amado en su vida estaba muerta, pero, como ya se lo había admitido a la terapeuta, también se había sentido aliviado, aunque no sabía por qué. Pero esa pena había pasado al olvido apenas vio a ese tipo en la jefatura de policía; cuando llegó, esa vez, el teniente Onodera estaba interrogando a un hombre alto, delgado y atlético, de traje oscuro y un cabello negro azabache que a ratos parecía tener unos reflejos azulados, y que ya así, de espaldas a él, le llamó poderosamente la atención.
Pero cuando le vio de frente, al mirar ese rostro atribulado y esos oscuros ojos, sintió que eran un reflejo suyo, ese hombre también sentía pena, y también sentía alivio, alivio de que una persona ya no estuviera más en su vida, igual que él; después, con los días, Hiyori volvió al colegio, y entonces se lo encontró de nuevo, y le gustó encontrarlo tan fácil y que además pudiera tenerlo cerca, pues era el psicólogo a cargo de Hiyo. Y aunque pareciera estúpido y casi malévolo, había una parte de él a la que le gustaba que su hija tuviese problemas en el colegio, que se peleara con alguien cada dos o tres días, le gustaba, porque entonces podía verlo, podía hablar con él, aunque fuera para recibir sus sermones y su mal humor, porque a cambio podía tener ese momento en el que le veía siendo dulce y tierno y amable con Hiyori, podía verlo sonreír.
Y le gustaba, sí, le gustaba Yokozawa; le gustaba su voz fuerte y varonil, pero más le gustaba el tinte dulce que tenía con los niños, le gustaba su porte tan masculino, pero con esa rara sutileza femenina que ponía en cada uno de sus movimientos era encantador. Le gustó tanto saber que Yokozawa era gay, que casi se asustó de sí mismo el día que lo supo, porque quería salir corriendo para encontrarlo, y sólo ahora lo sabía, quería atraparlo y hacerlo suyo. Había tenido indicios de lo que sentía, sí, pero el día en que lo llevó a su casa y Yokozawa se quedó dormido en su carro, quiso creer que se había vuelto loco por la abstinencia, pues, de no ser por Hiyo que bajó corriendo cuando les vio llegar, él le habría robado un beso esa tarde, cuando dejó a Yokozawa durmiendo en el sofá.

ESTÁS LEYENDO
AMOR EN PELIGRO
FanficLas calles de Nueva York no son pacíficas. Mientras trabajan en esclarecer los hechos tras algunos asesinatos en sus respectivas zonas, el detective Takano y el el comisario Onodera tendrán que unir fuerzas al enfrentar un nuevo caso que parece cone...