TREGUA

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Tenían buenas y suficientes razones para sospechar que estaban tratando con dos asesinos en serie, así que, de común acuerdo, decidieron trabajar en conjunto para enfrentar de manera más rápida lo que tenían por delante; mientras Onodera volvía a Madison, Takano se preparaba para comenzar a trabajar con él. Lo que habían hablado detrás de las puertas de la sala de reuniones se quedaría ahí, sólo entre las cinco personas que habían participado de aquella improvisada reunión.

El argumento que había esgrimido Takano y que había sido secundado por todos era que, mientras menos gente supiera a lo que se estaban enfrentando, menos posibilidades había de que se perdiera el secreto de las investigaciones, y por lo tanto, menos posibilidades tendrían los asesinos de enterarse de que ya estaban tras sus pasos; también estaba el que las cosas no llegaran a oídos del FBI, de ser así, les quitarían la jurisdicción de los casos y alertarían a todo mundo, provocando una posible histeria colectiva, sin contar con que cabía la posibilidad de que, por el hecho de iniciar una nueva investigación, se tardaran lo suficiente como para dejarlos escapar.

Por lo pronto, los cinco detectives habían comenzado por dividirse las tareas, así que, por su ventajoso acceso a la base de datos, Smith y Onodera se harían cargo de la recopilación de información, Anderson con su experiencia y su red de contactos haría lo suyo, y MacGregor y Takano verían la parte operativa. Pero antes de todo, Smith, Anderson y MacGregor obligaron a Takano y Onodera a firmar, por escrito, un pacto de no agresión mutua, pues nadie quería que toda la investigación se viniera abajo porque ellos se pusieran a discutir hasta por una pelusa.

El resto de ese día y el día siguiente MacGregor y Takano se la pasaron yendo y viniendo entre la jefatura de Madison y la de Hell's Kitchen llevando y trayendo información, mientras Smith y Onodera revisaban cualquier otro caso que pudiese ser sospechoso de interés para la investigación, juntando material de pruebas y cruzando información. Para cuando llegaron al final del segundo día, tenían a su haber un total de seis casos que era casi seguro que podrían estar relacionados a ambos criminales, mientras que había al menos cinco más con un alto grado de sospecha.

Con todo sobre la mesa, decidieron que Takano y Onodera tomarían como base de investigación los casos más recientes, vale decir, el del ataque a Majorette Huntington en el DeWitt Clinton Park y el del profesor Shen Wei del centro de investigación de Lexington, eso al menos en la superficie, pero como equipo de investigación conjunta irían juntando y cotejando la información que obtuvieran del resto de los casos como si se tratara de una sola cosa. Todos sabían que se trataría de una ardua tarea, si ya era difícil manejar un solo caso, las posibilidades de cometer un error manejando tanta información de distintos casos por separado y juntarlos en dos únicas investigaciones eran bastante más que altas.

Pero debían hacerlo, y tenían que hacerlo en silencio y rápido, cada minuto que perdían era una oportunidad menos de atraparlos antes de que cometieran un nuevo crimen, sin contar con el hecho de que, si eso pasaba, podrían comenzar a llamar la atención de otras agencias de investigación de más alta jerarquía que podrían quitarles la investigación de las manos, con el consiguiente menoscabo al ya bastante alicaído prestigio de la policía.

Estaban todos tan ocupados, que para cuando se dieron cuenta, ni Takano ni Onodera habían cruzado más de tres palabras en el tiempo que llevaban trabajando de manera conjunta, lo cual, al menos para Smith y Anderson, era un pequeño avance, no así para MacGregor, que era quien se llevaba la bronca de Takano por delante, y si no le había dicho nada a Onodera sobre el asunto, era más que nada para llevar la fiesta en paz. Además, aunque por fuera MacGregor se veía como alguien a quien le resbalaban las insinuaciones poco agradables de Takano, y que las soportaba con un aire de tranquila indiferencia, era también un hombre perspicaz en extremo, y, al menos a su modo de ver, y conociendo a Onodera, estaba empezando a notar en esa tregua algo que ya había notado antes, pero que no había querido ver.

AMOR EN PELIGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora