FRÍA NIEVE

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La fría nieve caía a su alrededor como si fuera una escena en cámara lenta; no conocía ese lugar, pero al mismo tiempo le resultaba extrañamente familiar. Caminó entre la gente, sin ver sus caras, sin escuchar sus voces, los carros pasaban a su lado a toda velocidad, dejando un sonido sin forma en sus oídos, como un murmullo o un zumbido, un ruido sordo, ensordecedor, adormecedor, aturdidor.

Sentía la nieve caer sobre la calle, sobre sus manos, sobre su cuerpo, caminó sobre ella con sus pies descalzos, la sintió meterse por el cuello de su delgada camisa, la sintió humedecer la basta de sus jeans, pero, aunque estaba casi desnudo, no sentía frío. Siguió caminando sin rumbo hasta que, de pronto, apareció ante él un callejón; en ese día extraño, de luces claras y sensaciones de oscuridad, ese lugar tenía ese tono sepia que desentonaba con las blancas plumas de hielo que caían del cielo.

De pronto, se dio cuenta de que ya había estado en ese lugar antes, hacía mucho tiempo atrás; no quería entrar, pero algo, como un sentimiento o una fuerza desconocida, obligaba a sus pies descalzos a ponerse uno delante del otro, internándolo contra su voluntad en ese callejón. No quería entrar allí, pero su cuerpo no respondía, sabía lo que había, sabía lo que encontraría pasando la pila de basura, donde un foco de luz parpadeaba.

Sin embargo, su cuerpo se movía solo, y siguió caminando sobre la nieve que se amontonaba en el suelo bajo sus pies; de pronto, una fuerte ventisca arremolinó la nieve a su alrededor, obligándolo a subir sus brazos para defenderse de ella. En medio del furioso viento, más que ver, sintió que una sombra pasaba a su lado, escuchó un sonido como de alguien siendo golpeado, pero la ventisca no le dejaba ver bien. Vio una sombra caer justo frente a él.

El viento lo envolvía como un tornado girando a su alrededor, pero aun así se las arreglaba para seguir avanzando, hasta que de pronto, pisó algo metálico; había algo pequeño bajo su pie desnudo, y sin saber por qué, se agachó a recogerlo. Tomó aquel objeto junto a un puñado de nieve, y lo limpió hasta que pudo verlo bien; cuando lo puso frente a sus ojos, todo se detuvo.

Era como si el tiempo se hubiese detenido. Miró consternado a su alrededor, a los copos de nieve que dibujaban con una claridad absurda cada ráfaga de viento, o los de más allá, detenidos en el aire como si estuviesen colgados de algún fino hilo transparente; el sonido sin forma de los coches en la calle y el murmullo de las personas también se había estancado, en una esquina había un gato haciendo una cara extraña, como si fuera una fotografía tomada justo en el momento en que estuviese a punto de estornudar.

Volvió a mirar ese pequeño objeto en su mano, y de pronto, su corazón también se detuvo. Era un broche. Un broche de corbata. Un broche de corbata, de diseño sencillo y plateado, con un pequeño y solitario brillante. Un broche de corbata de diseño sencillo y plateado con un pequeño y solitario brillante que él ya había visto antes. Le pasó el dedo encima para limpiarlo, pero en vez de eso, sobre la pequeña pieza quedaron unos restos de un líquido rojizo; sus ojos empezaron a arder, volvió a pasar la mano sobre el pequeño broche para limpiarlo, pero sus manos estaban pegajosas y casi se le cae. Miró sus manos, pero ya no estaban limpias, sino cubiertas de sangre, sangre caliente que goteaba de ellas, mientras lágrimas frías se congelaban en sus mejillas; quiso limpiarse las manos, pero la sangre seguía corriendo en ellas, hasta que de pronto, la sensación de un líquido caliente tocando su pie le hizo mirar hacia el suelo.

Si las lágrimas le impedían enfocar la vista correctamente, el súbito miedo que se instaló en su corazón parecía a punto de destrozarlo; lentamente fue dirigiendo su mirada hasta que logró ver la punta de su pie descalzo; la nieve bajo él comenzaba lentamente a tomar otro color, mientras aquel foco de luz comenzaba a parpadear más y más rápido. Miró su pie sobre la nieve, que iba siendo rodeado poco a poco por un charco de sangre caliente que provenía de un lugar más adelante; lo siguió con la mirada hasta que sus ojos llorosos se toparon con la vista de la mano de una persona tirada en el pavimento. Una mano blanca de hermosa forma, una muñeca rodeada por el puño de una camisa que lentamente se teñía de roja sangre, donde una pequeña mancuernilla plateada se desprendía a medias de aquel puño, junto a unos lentes rotos de marco redondeado. Su vista subió por el brazo de esa persona, hasta llegar al bíceps, donde un suspensor de manga aún apretaba la tela contra la piel; no quería seguir mirando, ya no quería ver más, pero sus ojos siguieron subiendo por los hombros de esa persona, por su cuello, por el amado rostro blanco que se hundía en el charco de sangre

AMOR EN PELIGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora