DOS BESOS

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Yunlan había llegado temprano, como todos los días, y le había estado haciendo compañía todo ese rato; le ayudó a levantarse, lo acompañó al baño, le ayudó a ducharse y afeitarse, le ayudó a ponerse el pijama nuevo que le había comprado el día anterior, también a peinarse, pues con sus costillas rotas era una verdadera proeza, incluso le puso un poco de loción para después del afeitado, le ayudó a volver a la cama y le cubrió nuevamente con las cobijas, todo con una gran sonrisa en ese rostro jovial y astuto que se gastaba Yunlan.

Shen Wei lo amaba tanto; lo había amado desde el primer momento, cuando sus miradas se cruzaron esa vez, la primera vez, allá lejos en el pasado, cinco años atrás. También había tenido miedo de sus propios sentimientos, él también había sentido miedo por el qué dirán, también había temido por lo que pudiesen decir sus padres y la sociedad en general, por lo que pudiesen hacerles si se enteraban de lo suyo; pero lo amaba, lo amaba tanto, que se sobrepuso a sus miedos y los enfrentó, y aunque no salió victorioso de cada batalla, jamás se traicionó a sí mismo, ni mucho menos a él.

En ese tiempo, cuando los antiguos compañeros de trabajo de Yunlan lo habían atacado a mansalva, creyó morir cuando le avisaron; tuvo tanto miedo, había pasado la noche en vela esa vez, cuando Yunlan no regresó, y cuando a la mañana siguiente uno de los guardias del club le llamó para decirle lo que había pasado, su corazón casi se le cayó hasta los pies. Y se tuvo que tragar sus lágrimas para correr a su lado, y tuvo que recoger su corazón del suelo cada minuto, cuando Yunlan no despertaba, y se había jurado a sí mismo jamás dar pie a provocarle un sufrimiento parecido a él, pero no pudo cumplirlo.

"Las cosas pasan" había dicho Yunlan en ese entonces, mientras esbozaba el intento de una sonrisa en su rostro golpeado, con ese tono tan despreocupado que usaba para ocultar su miedo; porque sí, él sabía que en esa ocasión Yunlan había sentido miedo, el mismo miedo que él había sentido cuando vio esa camioneta acelerando por la calle justo antes de impactarlo: no era miedo a morir, sino el miedo a saber que su pareja sufriría por ello.

Acostado nuevamente en la cama, de la cual ya estaba más que harto, pero no podía hacer mucho al respecto, Shen Wei miró a su pareja ir y venir ordenando cosas, arreglando la ropa, limpiando aquí y allá, hablando con las enfermeras, siempre con esa sonrisa socarrona en la cara, y lo amó aún más. Se veía tan guapo con ese conjunto de mezclilla, y como iría después al restaurante a ayudar un poco, pues estaban un poco cortos de personal, se había recortado la barba y se había peinado muy formal, así que se veía tan genial.

Amaba tanto su sonrisa, aunque a ratos le hacía sentir un poco inquieto, pues Yunlan siempre había sido un coqueto al que le gustaba hacerse el lindo con las mujeres, así que más de una vez le hizo sentir celos por nada, y como además resultaba ser un tipo caprichoso, Yunlan se las apañaba para hacerle confesar sus sentimientos en las peores situaciones. Si lo pensaba un poco, sin embargo, tenía que reconocer que tal vez tenía una suerte de fetiche con las personas caprichosas, pues le resultaba entretenido lidiar con ellas, negociar acuerdos y darles en el gusto.

Las enfermeras salieron, Shen Wei miró el reloj de su celular y vio que ya eran casi las once de la mañana, así que lo más probable era que se fueran por su hora de colación; Yunlan se había ido con ellas un momento, pero finalmente regresó y arrastró la silla para sentarse a su lado, lo cual le hizo bastante feliz. Y lo amaba, lo amaba tanto; antes de que Yunlan se sentara, Shen Wei le tomó del borde de la chaqueta y le hizo acercarse.

Levantó su mano y le tomó de la solapa, le obligó a agacharse, le tomó del mentón, y mientras le acariciaba con un dedo ese hoyuelo en su barbilla que escondía bajo su barba, le besó; un beso suave, dulce, casi inocente, pero que, en vez de cortarse, derivó en uno que fue aumentando en pasión.

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