HUELLAS BAJO LA NIEVE

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Dos días más pasaron desde que Takano y Onodera entrevistaron al profesor sin grandes novedades, Ritsu había agregado el caso de ese tipo y esa mujer a la lista de posibles siguiendo el protocolo, por lo que sólo se les identificaba por sus iniciales, con lo cual, para él al menos, hacía que le resultara bastante más fácil de manejar, y lo que le hacía pensar a la vez que había cometido un pequeño gran error al no haberlo hecho así antes, pues tal vez, y sólo tal vez, ya lo habría resuelto de haberlo hecho de esa manera en vez de tener presente sus nombres durante todo el proceso previo.

Aunque quizás, de todas formas, no habría avanzado mucho, no importaba cómo lo viera; una vez que lo agregó a la lista, se dio cuenta de que realmente había demasiados vacíos, empezando por el que no había un móvil lo suficientemente tangible para que mataran a dos personas de esa manera, salvo por el hecho de que ambos engañaban a sus parejas, y éstas obviamente no estaban enteradas de esa situación. Lo que sí había era muchas similitudes con otros casos; como en la mayoría, no había testigos, y eso que había ocurrido a pleno día, tampoco había videos de las cámaras de tránsito, pues el lugar donde pasó el hecho era poco transitado y estaba alejado de las avenidas principales, el nombre de una de las víctimas tenía similitudes con los de al menos otros tres casos, y las lesiones por las cuales habían perecido ambas víctimas eran idénticas a las de al menos cinco casos más.

Y para colmo, no había dejado de nevar; durante todos esos días había estado cayendo a ratos una suave nevada que, si bien no era suficiente para cubrir todo de blanco, sí lo era para tenerlos a él y a Takano con la jaqueca y el humor hechos mierda. Tal vez por lo mismo habían evitado estar en el mismo lugar ese par de días, aunque al menos eso le había servido a Ritsu para intentar ordenar sus pensamientos.

Entre todas las cosas que tenía en su cabeza, la historia que les había contado ese tipo Zhao era lo que más se repetía; una y otra vez le daba vueltas a esa historia, recordando al azar diversos pasajes, como si hubiese sido un cuento muy bueno que hubiese leído, o una película con la que quisiera repetirse el plato. De entre todas las cosas que más le daban vueltas en la cabeza, la principal era esa frase con la que Zhao había comenzado su relato, esa confesión de que ni él ni el profesor eran homosexuales hasta antes de conocerse; no sabía por qué, pero de entre todas las cosas, esa frase era lo que más le inquietaba, recordarla le generaba unas dudas que no alcanzaban a conformarse en una pregunta certera, sólo se quedaban en la sensación de la duda, pero era una sensación tan fuerte que le daba pánico enfrentarla.

Otro día pasó sin pena ni gloria, al menos para Ritsu, de alguna manera se había quedado atrapado entre revisar los casos que iban llegando a su departamento, los que estaban manejando en forma conjunta con los de Hell's Kitchen, sus propios pensamientos sobre esa investigación, sobre Takano, y sobre las dudas que seguían reverberando en la esquina de su mente cuando recordaba la historia de Zhao y Shen. No podía mentirse a sí mismo, al menos había logrado admitir eso al final del día, esa historia de aquellos hombres le generaba muchas dudas, pero no con ellos, sino con respecto a sí mismo, y de alguna estúpida e incomprensible manera, también parecía haber abierto una rendija a algo parecido a una posibilidad, una posibilidad que le aterraba enfrentar.

Pensando en todas esas cosas, ni siquiera se dio cuenta de cómo había llegado hasta su departamento, sino hasta cuando ya estaba sacando su llave, pero apenas la puso en la cerradura y la giró, se dio cuenta de que la puerta estaba abierta; su instinto de policía le hizo tomar el pomo de su arma sin pensarlo, pero apenas entornó suavemente la puerta, un dulce olor le devolvió la tranquilidad. Sí, había alguien en su casa, pero era alguien de lo más confiable.

Entró y cerró con toda su confianza restaurada por ese delicioso olor, el olor de rollos de canela hechos en casa, el cual se mezclaba con el de su curry de pollo favorito, el curry de Takafumi. No llevaba ni dos pasos cuando escuchó la voz de su amigo avisando que estaba en la cocina, así que le saludó desde la entrada mientras se quitaba la chaqueta y los guantes, para luego quitarse los zapatos húmedos y dejarlos cerca del calefactor.

AMOR EN PELIGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora