Capítulo 33: Sorpresas y más sorpresas

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TEMO

(Dos meses después)

La tarde es hermosa. La luz del sol ilumina el verde color de los árboles. Observo como Yolo y Diego juegan con la pequeña Vale mientras que Ari junto conmigo descansamos en el mantel extendido sobre el pasto y comemos un sándwich.

Lo veo y es perfecto, me sonríe y le sonrío, somos conscientes de que estamos juntos y todo es tranquilidad, él sabe que es la vida que me falta. Lo tomo de la mano y junto mi frente con la suya. Cierro los ojos degustando su compañía.

De pronto siento que se ha esfumado y al abrir los ojos ya está muy lejos de mi como si, en otro mundo y no fuera capaz de verme. Lo miro y esta asustado. Corro tras el pero cuanto más corro más escapa de mi alcance y siento en mi pecho angustia como un fuego que calcina y arde. Ari ya no está y no puedo hacer nada para salvarlo

-¡Ari!- grito desesperado buscando su paradero

-No te acerques Temo... ¡Vete!- me dice con el rostro empapado en llanto. Me quiero acercar pero de pronto se desvanece como las cenizas en el viento.

-¡Aristóteles!- grite angustiado. Había sido otra maldita pesadilla.

Desde hacía algunas semanas aquella pesadilla se repetía todas las noches a tal punto que despertaba llorando.

Busque desesperadamente el rostro de Ari pero en su lugar había un vacío en la cama sin embargo su teclado retumbaba por la sala. El sol apenas se asomaba por la ventana.

Salí sigilosamente de la cama, de puntitas me asome y ahí estaba. Con el cabello despeinado y los ojos cerrados interpretaba una melodía que desconocía. Me detuve a observarlo tocar, la manera en la que sus manos se deslizaban por las teclas con delicadeza y la sonrisa que esbozaba delataban lo mucho que disfrutaba la música.

Verlo ahí sentado era magia, era como la versión más pura de un poema escrito con el alma, era un poema viviente. Sus rizos que ahora estaban iluminados por la luz que sobresalía de la ventana le daban un toque color canela. Sus mejillas rozadas y sus ojos que se achicaban cuando reía, era hermoso. Me prometí recordarle todas mañanas lo hermoso que era al despertar.

Sus manos pararon de tocar y abrió lentamente los ojos que se hicieron aún más grandes al percatarse de mi presencia.

-¿Desde cuándo estas ahí?- me preguntó dejando su teclado a un costado del sofá

-No mucho- me senté a su lado- ¿Qué tocabas?

-Una sorpresa, se supone que aún no puedes escucharla, todavía no la acabo

-Tú eres el que cumple años, debería ser yo el que te preparara una sorpresa

-Ni me lo recuerdes, cada año soy más viejo- se quejó haciendo su característico puchero con los labios con lo cual no pude evitar robarle un beso corto

-Si te sirve de algo es un año menos para casarnos algún día- sonrió complacido

-Tú sí que sabes cómo animarme Cuauhtemocles- dijo dándome un beso en la mejilla- ¿Qué hacías despierto tan temprano?- baje la mirada, el sabia de mis pesadillas y aunque intentaba consolarme sabía perfectamente que no podía hacer nada más que estar ahí cuando en medio de la noche despertaba bañado en lágrimas y sudor- Otra pesadilla ¿Verdad?- asentí cabizbajo

-Son horribles, es que son tan reales... no soportaría... no soportaría perderte- admití mortificado. Tomó mi mano y la entrelazó con la suya

-A ver- elevó mi barbilla para verlo a los ojos- No vas a perderme nunca, es una promesa... recuerda que a donde quiera que vaya mi corazón te pertenece- uní mis labios con los suyos en un lento beso.

TE AMO: Con todos los coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora