Capítulo 38: Tú siempre serás mi corazón

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ARISTÓTELES

Me desperté invadido por aquel aroma tan familiar y placentero que ya conocía, fresco y dulce, así es como olía Temo siempre.

Busque con mis manos buscándolo hasta toparme con lo que parecía ser su cabello, al contacto con las yemas de mis dedos su cabello era suave y se iban formando relieves con pequeños mechones rizados.

Quería verlo, necesitaba verlo y entonces fui consciente de que jamás volvería a observar sus ojos dormilones por las mañanas ni sus largas pestañas mirándome tiernamente mientras me servía el desayuno, esos lunares que salpicaban su espalda y sus mejillas sonrojadas después de hacer el amor, todas esas cosas que consideraba como una genuina obra de arte jamás volvería a verlas.

Llegue con mis manos hasta sus mejillas y pude sentir la humedad de estas comprobándome que efectivamente había estado llorando, su piel se sentía caliente así como cuando solía llorar por un largo rato. Mi niño había estado llorando, un nudo se formó en mi garganta y me imposible retener el llanto. No quería lastimarlo, no quería y no podía se lo había prometido siempre.

-Perdóname- le dije en voz baja

-¿Por qué?- dijo con voz adormilada

-Por tenerte aquí, no es lo que mereces, deberías estar con alguien que te proteja y no al revés

-Eso no sería justo, juramos protegernos el uno al otro mi amor- sentí la calidez de sus labios en mi frente y por alguna razón eso fue suficiente para tranquilizar mis fantasmas

NARRADOR

Los siguientes días pasaron de manera borrosa para el rizado. Los médicos parecían abrumarle con preguntas sobre su estado "Usted debería saberlo señor doctor" se decía a si mismo ya con cierta molestia. Incluso en aquellos días, se había creado en él la necesidad de dormir más de lo acostumbrado por lo que no mantenía conversaciones muy largas con nadie, ni siquiera con Temo aunque este parecía ser su sombra en los últimos días lo cual no le desagradaba en absoluto aunque en su voz podía notar su evidente cansancio y había insistido en que descansara, el castaño mentía diciendo que estaba bien.

***

Me gustaría decir que aquel Aristóteles risueño y optimista que tanto amamos se mantuvo así incluso después de escuchar al médico decirle que probablemente nunca recuperaría la vista pero no fue así.

Habían pasado un par de semanas desde que el rizado había sido dado de alta y casi nada había cambiado a comparación del hospital pues solo se limitaba a dormir y comer casi obligado por Temo o su madre que se había quedado de manera indefinida en la ciudad.

En algunas ocasiones en las que el rizado sentía el silencio de la noche y asumía que su novio dormía, se echaba a llorar hasta saciar la necesidad de vacío que se reproducía en su pecho, sentía la ausencia de algo y no era precisamente su capacidad de ver, era como si él ya no estuviera y en su lugar hubieran dejado a un cuerpo sombrío habitando sin alma por el mundo.

-Amor... tienes que comer algo- le despertó cariñosamente Temo.

-Ahora no quiero comer Temo- dijo tapándose con las cobijas con un gruñido de molestia

-Tienes que hacerlo Ari, necesitas estar sano- insistió con la voz más calmada que era capaz de hacer pero lo cierto es que esta rutinaria pelea de todos los días comenzaba a consumir su paciencia

Aristóteles comió a regañadientes y en silencio absoluto y Temo que lo vigilaba por lo bajo asegurándose de que no necesitara nada. En silencio el rizado se lamentaba, no quería ser grosero o hostil con el castaño sin embargo era como si sus palabras salieran contaminadas de amargura y tristeza sin importar lo que dijera y por eso prefería callar y se limitaba a hablar solo lo estrictamente necesario como si temiera que de no hacerlo se soltara a decir lo que sentía como si dardos envenenados salieran de su boca.

TE AMO: Con todos los coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora