D I E M I L I A N O

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NOTA DEL AUTOR: Esta parte fue escrita en la misma secuencia de el capítulo anterior pero separada ya que estoy consciente que no a todo el mundo le llama la atención otra pareja que no sea la de los personajes principales.

PD: Planeó escribir más sobre esta pareja.

DIEGO

Y ahí me encontraba observando esos ojos cafés que me erizaban la piel. Me era extraño, casi un tema paranormal el hecho de sentirme tan atraído a alguien a quien apenas conocía, pero me era casi imposible tenerlo cerca de mi y no estremecerme ante el mínimo tacto accidental entre el y yo.

Habíamos decidido que sería buena idea caminar por la feria. Después de que Temo se fuera y comieramos algo rápido disfrutamos de la vista despejada del lugar, era un lunes con un clima fresco y soleado y la mayoría de personas se encontraban trabajando por lo que la idea de una feria casi desierta no nos sorprendió.

-¿Y si nos subimos a ese juego?- señaló entusiasmado Emiliano

-¿Las tazas?

-Si, ¿Por qué?

-No, nada sólo que pense que gustabas de juegos más extremos

-Es que...- bajó la vista avergonzado- Me dan miedo las alturas- dijo con una voz casi imperceptible

-Comprendo, no te preocupes, igual a mi no me encantan los juegos con mucha adrenalina- respondí

-¿Seguro?- preguntó mientras seguía con la cabeza gacha

-Claro, a parte a todos nos asustan cosas, a mi me dan miedo las arañas- le tomé de hombro en señal de apoyo

-¿Hasta las pequeñas?- Preguntó

-Hasta las pequeñas con patas largas y negras- confirme

-Gracias Diego- me dio un abrazo. El no lo sabía pero por dentro estaba muriendo de emoción

-No tienes que agradecer. Oye mejor hay que ir. Hay que sacarle provecho el día- lo tomé de la mano hasta el mencionado juego.

Fue un día increíble, recorrimos todos los juegos (no extremos) que la feria nos ofrecía. Tal vez era mi imaginación pero sentía que a cada paso que dábamos el uno al otro se sentía más feliz con la compañía del otro.

-Mira, éste juego de habilidad- señaló un puesto de juego de disparar a patitos de hule con una resortera

-Cuando era niño solía ser bueno en estos juegos- dijo nostálgico

-¿A si? Pues Pruébalo, yo te lo pago- le di una mirada retadora

-Va- respondió. Pague el juego.

-Son 3 oportunidades 3 patitos por cada oportunidad. Entre más patitos tires mayor será el premio- Explicó el encargado del juego

Tomo una posición de combate, por un instante sentí que estaba viendo una escena de The walking dead y no a Emiliano apuntando a un patito de hule. Su concentración me era casi cómica. Soltó la liga de la resortera, la piedrita rebotó y rozó a un patito color morado, se tambaleó pero finalmente de quedó de pie

-Casi lo conseguias- Dije

-Lo haré mejor la próxima vez- Retomó su puesto, lanzó su cadera hacía atrás, puso un pie adelante del otro, tomó aire y soltó el tiro. Está vez la piedra le dio a un patito azul. Tomó el próximo tiro y sucedió lo mismo hasta acabar con las piedras que tenía. El hombre del puesto lo miró asombrado

-En mis 3 años trabajando en este lugar nunca había visto a alguien con tan buen tino. Toma él premio que quieras- Emiliano volteó a verme

-Toma el que quieras. Te lo regalo- Sentí como mis mejillas se calentaba

-Pero es tu premio

-Pero yo te lo quiero dar a ti. Tomalo- Sin más excusas agarré el que me pareció más lindo. Tomé un pequeño gatito de felpa

-Muy lindo- concluyó Emiliano.

Era hora de regresar a casa de Temo y Aristóteles. La oscuridad empezaba a reinar en las calles y aunque sabía cuidarme sólo era una ciudad que apenas conocía. Emiliano se ofreció a acompañarme hasta que el uber llegará por mi.

Ninguno de los 2 decía nada, sin embargo no era un silencio extraño. Me sentía cómodo a su lado y podía asegurar que el sentía lo mismo por que el no solía ser callado yo tampoco pero no se sentía tensión entre nosotros.

No podía dejar de mirarlo a los ojos, esto se había convertido en una batalla por ver quien bajaba la mirada pero ninguno tenía la intención de perder y no por que fuera sencillo mirarse, era más que eso, era como un placer que ninguno admitiría.

Sentí como su aliento invadía cada vez más mi espacio, podía sentir cómo las manos me sudaban y juraría por lo más sagrado que lograba escuchar los latidos de su corazón cada vez más cerca de mi.

Algo me detuvo, no se que, pero algo me obligó a retroceder. Me miró un poco extrañado pero nisiquiera así se rompió el silencio que imperaba entre los 2. El uber no tardó en aparecer después de eso. Me límite a darle un abrazo y agradecer por aquella maravillosa tarde. Me subí al vehículo y el mismo cerró la puerta mientras me despedía agitando su mano.

Ahora estaba seguro de 2 cosas, la primera;

Tenía miedo

Y la segunda;

Estaba comenzando a enamorarme.

TE AMO: Con todos los coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora