Capítulo 35: Buen viaje Yolo

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YOLO

El otro día me sucedió algo muy curioso. Tami me mandó por su novio al trabajo... Aristóteles, el cabeza de ficus Córcega (Así le digo yo, no se lo mencionen) ya saben cómo son de cursis ese par.

Bueno para no hacerles el cuento largo escuche un estruendo en el asfalto de la calle, pensé que era algún ebrio conduciendo al volante porque ¡Ah como les gusta tomar en esta ciudad! Pero para mi sorpresa el hombre que conducía parecía saber lo que hacía, incluso vi algo de saña en su mirada lo cual es una lástima porque vaya que era atractivo. Fue entonces que me di cuenta que el coche iba a toda velocidad hacia Ari y no estaba dispuesto a frenar y bueno... creo que ya conocen el resto.

Les ahorrare los detalles sangrientos porque creo que soy demasiado fabulosa para que me recuerden llena de sangre y lluvia. Okay, Okay tal vez exagero pero les apuesto lo que sea a que me aman.

Admítanlo, morí de una manera muy cool. Morir salvando a alguien debería ser una gran manera de morir incluso heroica y digo, no es que los quiera deprimir pero ya que ya estoy del otro lado del charco lo menos que puedo hacer es verle el lado positivo.

En fin, para mi mala suerte ser una chica guapa, inteligente, etérea e inalcanzable no me hacia una excepción a ser una mortal más y por desgracia eso incluía que algún día tendría que morir.

-Nos encontramos reunidos aquí para honrar la memoria de Yolotl Rey, una chica fuerte e inspiradora. Una joven noble, fiel amiga, hija y madre- dijo el padre que dirigía mi despedida fúnebre. En mi opinión quedaban un poco cortos sus halagos pero bueno, que se le va hacer.

Estar muerta te limita a ciertas cosas pero te da la capacidad de ver más allá de lo que normalmente se ve cuando se vive. Pude gozar del día soleado y el viento fresco que corría por el pasto, ese tipo de cosas de las que no te percatas en un día común y corriente. Es una lástima.

A mi despedida asistieron más personas de las que incluso yo pude imaginar. Estar muerta no seria tan malo si no tuviera que ver lágrimas en los ojos de mi padre y mis hermanos, quizá es de las pocas razones por las que a la gente no les agrada la idea de fallecer.

En cambio para mi gran alivio mis amigos conservaban mejor la calma y escuchaban con atención las palabras que el regordete hombre con sotana soltaba. Me detuve a observar por un momento a cada uno de los que habían sido mis mejores amigos en vida. Se veían extraños, algo demacrados.

Para alivio mío, la mentada ceremonia acabó más pronto de lo que pensaba, empezaba a incomodarme tener que escuchar el clásico sermón que daban en las misas. Pero como todo buen funeral no podían faltar las palabras de mis allegados.

El primero en pasar fue Diego, tal vez porque el resto se intimidaba fácilmente con ser el centro de atención, cosa que tanto a él como a mí no nos producía el más mínimo temor.

Tomó el micrófono en la tarima que habían improvisado con una vieja tabla de madera unida con clavos a un suporte de madera blanda.

-Yolo fue una chica presumida, algo vanidosa y algo arrogante, pero todo eso no era lo importante en ella. Era una chica fantástica y divertida y era mi mejor amiga. Muchos podrían presumir de muchas cosas pero si hay algo que en verdad recordare siempre fue lo increíblemente sincera que era...

NARRADOR

*Flashback*

-Diego, tienes que levantarte ya, tienes que comer algo- insistió Yolo. Era la cuarta vez en el día que trataba de hacerlo levantarse. El día anterior el ojiverde había decidido encerrarse en su cuarto después de la triste visita de Emiliano donde habían dado por concluida su amistad y posible relación a futuro.

TE AMO: Con todos los coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora