Capítulo 41: Sangre fresca

302 23 16
                                    

TEMO

¿Alguna vez se han sentido tan felices que jurarían que su corazón explota? Pues así era mi vida desde el instante en que Aristóteles Córcega había tocado mi puerta, y no era para menos, habíamos pasado tantas cosas juntos que vivir un día sin su presencia era casi una blasfemia. Aristóteles se había encarnado en mi corazón hasta convertirse en una parte más de mi alma.

Tan solo sabía que una parte de mí y no sabía hasta qué punto ese ser que descansaba a lado mío me había regalado el mayor de los regalos y ese era darme el privilegio de sentir aquello que todos deseamos... amar, amar con cada fibra de tu cuerpo y que cada suspiro que das tenga un motivo y ese motivo sea esa persona.

Con el tiempo había aprendido a vivir con él, a ver por su felicidad y la mía entrelazada en un mismo concepto. La vida se había encargado de hacernos ver que las cosas no serían sencillas, muchos hubieran jurado que después de que Ari quedara ciego me iría de su lado y sin embargo esto solo me había hecho darme cuenta de lo mucho que le amaba y que eso no tenía nada que ver con la vista.

Hoy los dos descansábamos en la misma cama, compartiendo un mismo espacio pero más importante aún, un mismo sentimiento.

Me era casi imposible no deleitarme al observarlo dormir pues sus labios y sus mejillas adquirían un color carmesí que lo hacía irresistiblemente adorable, sus rizos que caían con gracia por su rostro de manera rebelde y su respiración tranquila me hacían caer en un trance dulce en el que su imagen adornaba de manera angelical el alba.

-¿Te quedaras toda la mañana observando al pelos de trapeador o ya nos vamos a la escuela? Mejor despiértalo y despídete, Emiliano nos está esperando abajo- me dijo Diego.

-No lo sé, se ve tan tranquilo- suspiré- Debería dejarlo dormir, creo que está cansado.

-Uh pues ¿Qué tanto estaban haciendo anoche?- preguntó levantando una ceja. Tragué duro, no me esperaba la pregunta- Olvídalo, no quiero saber.

Le di un beso casto en la frente pero esto no logró despertarlo y eso me pareció bien porque no quería despertarlo de todas formas, lucia mejor descansando, se lo merecía después de la noche tan... agitada que habíamos tenido anoche.

-Ya vámonos... ni que se fueran a morir hoy- se quejó Diego

-Ya voy... uh pero no fueras tú con Emiliano porque...

-Ya, ya, ya... tampoco se trata de echarnos en cara las cosas- tomó su mochila- vámonos.

-Hasta pronto mi amor... te veré al rato- le susurré bajito pero solo se revolvió en la almohada de manera adorable.

Con el tiempo encima y Diego casi matándome con la mirada salimos del departamento pues para mi mala suerte hoy tenia examen final. Vaya suerte, un día es tu cumpleaños y estás haciendo el amor con tu sexy novio y al siguiente tienes que estar enclaustrado en un salón resolviendo exámenes teóricos de más de cincuenta preguntas.

Lo único que me mantenía de buen humor era saber que al regresar estaría Aristóteles esperándome, seguro con algún platillo que Diego o mi suegra se habían encargado de enseñarle a preparar y de solo pensar en ello mis nervios por el dichoso examen disminuían considerablemente.

NARRADOR

A veces la vida te regala verdaderos momentos de felicidad cuando la desgracia está a punto de tocar a tu puerta, esto era algo que tanto Aristóteles como Cuauhtémoc sabían de sobra y sin embargo habían sido incapaces de sospechar que su felicidad no era una grata noticia para todo el mundo y en especial para un par de chicos que tenían la amargura corriendo por sus venas.

TE AMO: Con todos los coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora