Capítulo 32: Nacer y renacer

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TEMO

Sentí como el oxígeno cada vez era más escaso en mis pulmones. Podía observar a Mateo aprisionando su mano contra mi nariz y boca impidiéndome respirar, mi vista fallaba, los oídos me zumbaban y una espesa nube cubrió mi visión al cabo de un rato que pareció una eternidad.

Escuche voces a mi alrededor pero no podía distinguir a quienes pertenecían, era como si mi capacidad de reaccionar hubiera desaparecido. Después de un rato logre comprender un poco de lo que las voces decían

-No lo muevan, necesita oxigeno- ordeno una voz femenina. Después de eso como si de un milagro se tratara una fuerza en mi pecho me hizo reaccionar y abrir los ojos.

Lo primero que logre ver fue a una multitud de gente que me miraba estupefacta y preocupada y después la imagen que más llamó mi atención fue ver a Aristóteles con lágrimas en los ojos. Podía distinguir que había llorado un buen rato porque sus ojos se encontraban hinchados y su cara había tomado una tonalidad rojiza. Esbozó una media sonrisa y apretó mi mano.

-A...ri- quería hablar pero aun sentía una molestia en mi pecho que me impedía articular palabras

-No hables, ya vienen con ayuda- me susurró con la voz entrecortada. Antes de que pudiera decir cualquier cosa sentí como una máscara se adhería a mi cara y un viento fresco inundaba mi garganta. Me desvanecí nuevamente.

Todo me daba vueltas y la cabeza me mataba de dolor. Una oscuridad había cubierto mi panorama nuevamente.

Abrí los ojos y esta vez ya no estaba en el piso sino en un cuarto blanco que reconocí como un habitación de hospital.

¿Qué había sucedido? ¿Dónde estaba?, no entendía que pasaba pero miraba a mi alrededor encontrando una explicación. De pronto encontré lo único que deseaba en aquel instante. Ari se encontraba a los pies de la cama y con la cabeza gacha, no sabía si estaba despierto pero necesitaba hablarle, necesitaba escuchar su voz.

-Tahi...- susurre con un tono tan suave que apenas podía escucharme yo mismo. Volteó lentamente y sonrió por unos segundos. No necesitaba escucharlo para saber que no había dejado de llorar. Tenía unas ojeras enormes debajo de los ojos y estaba completamente pálido como si hubiera pasado días sin comer.

ARISTÓTELES

(Horas antes)

-Le dimos un sedante. Tenemos que evaluarlo nuevamente para asegúranos de que no sufrió daños cerebrales- dijo el médico una vez que revisó a Temo.

Lo mire en esa cama de hospital con los parpados morados y entubado a una máquina. Se veía demasiado frágil como si cualquier cosa pudiera lastimarlo y no pude evitar sentir una furia inmensa ¿Cómo había dejado que esto pasara? Me sentía tan impotente y de solo recordar como ese malnacido lo sostenía entre sus manos unas cosquillas recorrían mis venas.

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