30: Fotografía

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Me desperté porque mamá había entrado a mi habitación muy temprano y no se preocupó en no hacer ruido. La luz calaba en mis ojos. Tenía que ser tempranísimo puesto que, la luz que entraba por mi ventana, era muy tenue y el cielo aún se encontraba de un color azul casi llegando al celeste. Me estiré aún recostada en mi cama con una posición extraña. Creo que hasta mi espalda me tronó un poco.

Mamá deslizó la cortina de mi cuarto haciendo que aquella luz me molestara aún más. En serio, esta mujer era increíble. La quería pero, ¿por qué tenía que hacerme esto?. La luz también iluminó en gran parte mi cuarto chocando con las paredes. Mis ojos intentaron acostumbrarse al repentino cambio de ambiente.

Me volví a estirar. Esta vez, quejándome un poquito.

—Mamá, ¿Qué pasa?— le pregunté, mientras se paseaba por mi recámara y acomodaba algunas cosas, podía escuchar como tomaba objetos y los colocaba en algunos muebles.

Era muy temprano para la limpieza, pensé.

—Tu cuarto está muy sucio.— Notó sin tono enojado. Siempre hacia eso, entraba en mi habitación para recordarme lo desordenada que era pero, no era mi culpa que siempre entraba en mal momento. Me acomodé en mi cama dándole la espalda sabiendo que ella me estaba observando.—Aún en el fin del mundo tu cuarto es un desastre.— dijo sarcásticamente.

Hice un sonido extraño antes de responderle. El sonido fue casi como un quejido o un gruñido. —Creo que hay más cosas de las cuales preocuparnos, como los Ask. . .

Abrí mis ojos en grande dándome cuenta de lo que casi había dicho.

Casi lo había soltado.

Me quedé callada.

Mamá no podía ver mi rostro sorprendido pero, sin duda la manera en la que había detenido mis palabras no era muy normal.

—¿Cómo los qué?— cuestionó mamá con curiosidad.

Se había quedado quieta y atenta a lo que tenía que decir porque sus pasos no se escuchaban haciendo ruido por toda la habitación.

Pasé las palmas de mis manos por mis ojos notando que llevaba mi cabello muy esponjado y que me tapaba una parte de mi rostro.

No vi a mamá pero noté que estaba esperando una respuesta por parte mía.

—Nada... — mentí.— Ya ni sé lo que estoy diciendo—Disimulé.

Esperaba que con eso mamá no preguntara de nuevo.

Cuando abrí los ojos de nuevo, pude ver por encima de mi hombro a mamá. Llevaba una bonita blusa y un pantalón de mezclilla que la hacia lucir bastante delgada. Creo que, cuando mamá vestía de manera casual, era cuando más nos parecíamos.

—Claro.—dijo asintiendo y después sus ojos se posaron en algo más allá de mí. En mi mesita de café para ser exactos.—¿Qué es eso? ¿Esas son?. . . —Sus ojos se enchinaron y los míos fueron hasta donde se encontraba su mirada. El frasco de luciérnagas seguía a lado mío y en aquella mesita.

Había olvidado que se encontraban ahí.

Había olvidado que Evan me había regalado un montón de cosas.

No es que fuera realmente tan olvidadiza simplemente, seguía muy dormida.

Al principio, me preocupó que mamá las viera pero, me di cuenta que el frasco no dejaba señales de que alguien más me lo había obsequiado. Es decir, no dejaba señales de Evan.

ELEMENTOS: Amor de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora