49: Marcus

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Esa noche dormí mejor que nunca.

No tenía frio y me gustaba mucho la sensación de alguien rozando mi mejilla mientras acomodaban mi cabello. Eso y la calidez que había en la habitación. Era perfecto.

En algún momento del día, mis ojos comenzaron abrirse recibiendo alguna tenue luz que entraba en una de las ventanas. Mis ojos pudieron percibir una chimenea al fondo de la habitación, sin embargo, algo más captó mi atención. Sentía algo pesado encima de mi estómago. No me molestaba en absoluto solo me rodeaba y descansaba en mí. Era un peso diferente pero, cálido. No reconocía de qué se trataba aunque estaba segura que lo sabría una vez que abriera los ojos.

Respiré fuerte mientras intentaba estirarme pero, en seguida de mí había algo más restringiéndome los movimientos. No lo volví a intentar, de hecho, mis ojos volvieron a cerrarse calmadamente en un intento de acostumbrarse al día. Había descansado tan bien y sentía la necesidad de quedarme recostada unos momentos más.

Hace mucho que no me sentía tan cómoda.

Sin embargo, aquello que descansaba en mi estómago se movió y me apretó aún más; en el siguiente momento, sentí una respiración en mi cuello. Calmado y constante. Me gustaba y me hacía cosquillas a la vez. No pude saber si me reí en mis sueños o tal vez en voz alta.

Mis ojos volvieron abrirse por el repentino movimiento. Mi piel captó la tibia sensación de aquella respiración logrando que aún en mis sueños percibiera aquel olor tan familiar.

Un olor a otoño y hojas secas.

Mi mente comenzó a despertar también, recordando que esa chimenea en el fondo que había visto antes, pertenecía a la habitación de Evan. Lo que no recordaba era como había llegado hasta su cama.

Esta era su cama o, ¿no?

Recordaba que en un momento estaba con él mientras tocaba la guitarra y ahora estaba aquí, recostada junto a él. Sabía que era él.

Abrí mis ojos poco a poco como si aquello pudiera evitar que Evan se diera cuenta que ya estaba despierta.

Él se encontraba a un lado de mí y lo que rodeaba mi estómago y cintura era, nada más y nada menos que su brazo pesado. Sin embargo, lo que me mantenía atenta, era su nariz rozando mi cuello y su respiración constante acariciando mi piel.

Mi corazón comenzó acelerarse y no pude evitar sentirme nerviosa y feliz de estar junto a él. Cada vez que él respiraba, mi corazón se alegraba dando un salto dentro de mi pecho. Solamente esperaba que Evan no pudiera sentirlo de alguna manera.

Después de algunos segundos, Evan se giro liberándome de su agarre; me sentí fría sin él protegiéndome pero, al girarme, pude ver su angelical rostro. Estaba lleno de paz, comodidad y algo más... llevaba dibujada una sonrisa. Era una sonrisa liviana, de esas que no sabes que llevas pero ahí esta y estaba sonriendo mientras dormía lo que hizo que yo también me sintiera feliz.

No podía creer que en algún momento de mi vida despertaría una mañana junto a Evan durmiendo tan tranquilamente. Su pecho subía y bajaba mientras que sus gruesas y largas pestañas adornaban sus parpados y caían grácilmente rozando sus mejillas.

Me quede viéndolo por minutos que parecieron una eternidad. Me sentí como una acosadora pero no podía culparme al tener a mi lado tal monumento y no sentir ganas de observarlo.

Memoricé cada facción, cada espacio de su piel y de su rostro.

Evan se estiró una vez más y una de sus manos me buscó; pensé que tal vez ya estaba despierto pero lo descarté cuando hablo dormido. Había dicho algo en su idioma que, claramente, no comprendí. Parecía algo hermoso. Su voz había sido casi un murmullo y lo que sea que había dicho hizo que las mariposas en mi estómago se movieran bruscamente.

ELEMENTOS: Amor de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora