40: Desconocidos

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Seguí a Lina hasta donde parecía haber un enorme comedor de madera rectangular. En la habitación no había muchas ventanas, lo que iluminaba eran las tenues luces del pequeño candelabro de cristal que colgaba. Las sillas eran largas, me preguntaba si eran tan incomodas como se lograban ver. En el centro de la mesa, había un pequeño arreglo de rosas blancas y otras, quizás, de unos tonos más anaranjados. Las paredes también estaban cubiertas de madera oscura. Había un espejo en una de ellas que reflejaba la luz del candelabro lo cual ayudaba más a la iluminación. También pude llegar a ver objetos dorados en algunas de las repisas. Una de esas cosas era un reloj muy bonito y antiguo. ¿Era de oro? ¿A quién le habían pertenecido todas estas cosas?.

La mesa era larga y espaciosa. Podías muy bien hacer una reunión con diez personas y todavía te sobrarían lugares en la mesa. No obstante, en esa mesa solo habían unas cuantas personas que la mayoría no conocía, obviamente. Evan estaba ahí ya sentado. Parecía tenso pero, seguro que estaba muy equivocada porque en su rostro se dibujaba una sonrisa mientras oía hablar a una hermosa mujer de cabellos rojos.

Cuando Lina informó con su voz aguda que ya habíamos llegado, todos... absolutamente todos se me quedaron viendo. La sonrisa de Evan se borró y fue el único que después de algunos instantes se giró y observó su plato con algún filete muy bien cocido.

Tragué fuerte. Habían cinco personas sentadas en esa mesa rectangular. Pase mis ojos por cada uno de ellos con mucha tensión. Todos tenían ese aspecto en su mirada que me decían que no eran humanos.
La cosa estaba así: en la punta de la mesa se encontraba nada más y nada menos que el Señor Conall Connors que no dejaba de verme con sus ojos verdes esmeralda mientras seguía masticando lentamente. Estaba vestido completamente de blanco con un saco y una camisa de vestir. Solo le faltaba la corbata blanca para parecer uno de esos gangster.
A su izquierda estaba una mujer de cabellos rojos tirando a anaranjados, la misma con la que Evan estaba riendo hace unos momentos. Sus ojos, al parecer, podían ser verdes o tal vez ¿azules?, desde aquí no podía saberlo con exactitud. Me estaba analizando desde su lugar con los ojos entrecerrados sin importarle que yo me diera cuenta de ello. Tomó su copa con sus dedos llenos de anillos y bebió de aquella sustancia rojiza. Delante de ella, se encontraba sentado un tipo no mucho más grande que el Señor Conall, tal vez, eran de la misma edad. Y, al igual que Evan, no estaba mirándome por estos momentos. Sin embargo, solo podía ver que llevaba una cuidada barba y su cabello era de un color castaño. Estaba muy bien peinado. A su derecha estaba, Evan. Y, justo delante de él, había otra mujer. Ella me observó por unos segundos, se pasó uno de sus mechones oscuros y lacios detrás de la oreja y volvió a su platillo. Al menos, ella no intentaba ser curiosa. Lina se sentó delante de ella.

—Me alegra que por fin quieras acompañarnos, Emma.— La voz de Conall me dio un escalofrío que me hizo sentir más tensa de lo que estaba.

—Me obligaron.— Dije.

Y, era cierto. Miré de reojo a Evan y supe que una de sus venas tan particulares había aparecido en su mandíbula. Seguía teniendo los hombros tensos y cuadrados. Y, aceptándolo, lo dije para molestar.

Conall levantó un poco la vista y alzó su cuchillo indicándome que me sentará.—Por favor, siéntate. Te presentaré a todos.

Tomé lugar a un lado de Lina, porque, por muy tonto que se escuchara, al menos quería sentirme cerca de alguien que sabía que no quería hacerme daño y que conocía. De esta manera, no podía ver el rostro de Evan, ya que estaba a un lado de Lina. Y eso me intranquilizaba mucho y no reconocía el por qué. Tal vez, era porque me gustaba ver sus reacciones.

Debajo del comedor, mi pierna comenzó a temblar una y otra vez.

—Espero que no lo hagas con la boca llena de comida.—Dijo la mujer pelirroja a la izquierda de Conall mientras volvía a beber lo que sea que estuviera servido en su copa. Sus ojos, sí eran verdes.

ELEMENTOS: Amor de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora