50: Cabaña

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Comencé a subir de prisa las escaleras.

Casi me tropezaba pero, mi instinto de supervivencia podía más.

Sin embargo, no corrí lo demasiado rápido.

Dyna me tomó del codo y me hizo retroceder con facilidad. Mi equilibrio no fue el mejor y consiguió que uno de mis pies se torciera. Dolió pero, no me quejé. La miré a sus ojos inexpresivos y me pregunté qué sería lo peor que me haría ahora.

Recordar como me había pateado en el suelo ese día en el rio hizo que mis huesos dolieran de nuevo.

Consideré huir. Tal vez podía zafarme sin que lo esperara e ir corriendo hasta la habitación donde había escondido la daga. Pero, matarla no estaba en mis opciones. Para empezar, no sabía si podía ser capaz de hacer algo así. Y, acuchillarla por defensa propia tampoco era una buena decisión. Estaba rodeada en un lugar donde había Elementer por todos lados así que, en efecto, mis posibilidades de defenderme contra Dyna y su fuerza superior a la mía eran bastante bajas. Muy, muy bajas.

Me mataría antes de mover un dedo.

Y, si no lo hacía ella... los demás lo harían.

Por consiguiente, deje de luchar y la seguí mirando al rostro, al menos esperando que me soltara por disgusto.

—No tienes a donde huir.—Me dijo de manera obvia, aquella sonrisa ya no estaba más. Ahora sus ojos estaban relajados pero, atentos. Parecía como si estuviera decidida hacer algo. 

Se giró y comenzó a arrastrarme, obteniendo que bajara los escalones uno por uno con prisa y torpeza.

—¿A dónde me llevas?—No entendía que era lo que estaba haciendo. Pero, sus pasos no eran dudosos. Era mucho más alta que yo, así que, me costaba demasiado seguirla. Sus piernas eran demasiado largas.

No esperaba que respondiera. De alguna manera sabía que no lo haría. Las únicas veces que me dirigía la palabra era solo para molestar o decirme lo mucho que me odiaba.

Comencé a estirarme, a moverme, hacer cualquier movimiento que pudiera retrasarla a su destino, cualquiera que fuera.

—¡Deja de moverte!—Ordenó haciendo caras. El agarre en mi brazo se hizo más firme y me estiró tan fuerte que sentí que el hueso de mi hombro pudo haberse dislocado.

Respiré, ignorando el pinchazo incomodo que esto ocasionó.

Y, entonces seguí moviéndome.—No hasta que me digas a dónde me llevas.— mi voz no sonó con la suficiente fuerza pero, no me importo. Seguí retorciéndome en su agarre y ella siguió apretando cada vez más obteniendo que sus dedos ardieran contra mi piel.

A pesar del dolor que podía llegar a sentir, no iba a dejar que me llevara a un lugar desconocido.

Primero gritaría o intentaría llamar la atención antes de morir en manos de ella.

Aunque eso no sirviera para absolutamente nada.

Me hubiera gustado que Evan estuviera aquí.

Pero, se fue demasiado molesto para notar que me había dejado sola con una asesina. Aunque... no lo culpaba. Estaba segura que si él veía a los ojos una vez más a Dyna, le iba a querer arrancar la cabeza. Y, sinceramente, no quería que Evan cargara con eso por mi culpa.

Atravesamos el vestíbulo y casi llegábamos a la salida cuando Dyna por fin me soltó, se giró y me atravesó con su mirada frustrada e impaciente. Sus cejas se elevaron y sus ojos color ámbar estaban tan abiertos que imaginé haber visto aquel inusual resplandor en ellos.

ELEMENTOS: Amor de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora