4. Miedo.

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Al día siguiente.

Emilio.

Desperté al angelito que está dormido a mi lado. Y me puse a pensar bien las cosas. 

Tenía 6 años. Era apenas un niño y sabía que me quedaba muchísimo por vivir pero, en ese momento podía decir que era el niño más feliz del mundo.

Habían pasado 10 meses desde que conocí  a Joaquín. Y no podría estar más agradecido con la vida porque me había dado al mejor amigo del mundo. Pues a pesar de que ni siquiera teníamos 1 año de amistad, había sido el amigo más sincero y más importante que había tenido.

Habíamos compartido muchas cosas y aventuras juntos. Era mi compañero de juego, de equipo en los trabajos de la escuela, de travesuras y ahora, mi novio.

Sabía que desde hace unos años me gustaba bailar, me gustaba pasar tiempo con mi hermana Romi y con sus amigas, me gustaba ver a los niños. Me gustaba verlos sonreír y todas esas dudas se habían aclarado cuando había llegado Joaquín a mi vida y me di cuenta que era jun niño un poco diferente. 

Un niño al cual le gustaban los niños. 

Sabía que muchos lo sospechaban, pero no podía decir nada por miedo a que papá se enterará.

Tenía miedo. Estaba aterrado.

"No quiero un maricon en mi casa."

Al principio no entendía a qué se refería con eso, pero poco a poco lo iba entendiendo.

"A mi hijo le tienen que gustar las niñas."

"Dile a tu mamá que te meta a clases de basketball, de karate o de fútbol. Deja esas tonterías de que quieres clases de baile. Eso es para las niñas."

"Eres niño, no niña."

"Deja de juntarte con tu amiguito ese. Te va a pegar lo raro."

El recordar cada una de las cosas que decía mi padre, cada uno de los insultos, dolía. 

Me dolía saber que si él se llegará a enterar de que me gustaban los niños y no las niñas él se podía decepcionar de mí. Mi papi no me iba a querer. 

Ni siquiera me había dado cuenta en qué momento las lágrimas habían comenzado a rodar por mis mejillas hasta que sentí cómo alguien las limpiaba.

Joaquín.

Fui abriendo mis ojitos para y poco a poco escuchaba cómo alguien sollozaba. Abrí mis ojitos completamente y pude ver cómo mi niño se encontraba llorando a lado de mí.

- Emi, ¿qué pasa, bonito? -dije limpiando una de sus lágrimas.

- Mm nada Joaco. Todo está bien. -dijo quitando mi mano de su mejilla y fingiendo una sonrisa.

Me acerqué más a él y tomé su mano.

- Te conozco. Puedes confiar en mi. Somos mejores amigos, ¿lo recuerdas verdad? -dije.

Y pude ver cómo sus ojitos se llenaban de lágrimas otra vez.

- ¿Me pu-edes abrazar? -preguntó.

Abrí mis brazos y sonreí levemente.

- Ven aquí. -dije.

Sabía que tenía miedo. Había sido testigo de cómo me miraba su papá. Me miraba con asco. En ocasiones no le daba permiso de ir a mi casa porque decía que pasabamos mucho tiempo juntos. 

Sabía que su papá no era mala persona y que muy en el fondo quería a Emi pero muchas veces no medía sus palabras y eso lograba hacer sentir mal a mi niño.

El niño de la sonrisa bonita. | Emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora