5. Días buenos, días malos.

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Emilio.

Y entonces pasó.

Fue un simple pico en los labios lo que hizo que se me erizara la piel, que me sonrojara a más no poder y lo que me hizo saber que todo estaría bien.

Joaquín Bondoni Gress era el niño más bonito. Era el ser más hermoso, con sus ojitos tan lindos, con esas pestañas largas y preciosas y esa carita que podía admirar por horas. 

Joaquín era el dueño de mi corazón.


Joaquín.

Creía que ese beso había sido el momento más bonito de mi vida. Había estado soñando con este momento por meses.

Mi niño bonito. Emilio Osorio era el dueño de mis besos por siempre.

Nos separamos y nos miramos frente a frente, sólo pudimos sonreír porque cuando iba a decir algo el timbre de la escuela sonó, indicando que era el fin del receso y las clases continuaban.

[...]

Emilio.

Lamentablemente no pudimos hablar de ese beso porque en cuanto sonó el timbre de salida de clases, papá estaba esperándome afuera.

- ¿Cómo te fue? -dijo serio.

- Mm bi-en papi. -dije nervioso.

- Espero que no hayas estado con el mocoso ese, Emilio. No creo que quieras que te vuelva a pegar, ¿o si? -dijo molesto.

- No papi. -dije rápidamente.

Tenía mucho miedo. Y me dolía tanto no poder ver a mi Joaquín.

[...]

Como cada día, exactamente a las 8:30 subí a mi habitación. Me puse la pijama y me acosté en mi cama dispuesta a dormir. Diez minutos después escuché ruidos en mi ventana.

Me asomé y vi a Joaquín desde abajo aventando piedritas a mi ventana.

- Peque, ¿qué estás haciendo? -susurré desde el balcón.

- Quiero estar contigo. -dijo haciendo un puchero. -Ayúdame a subir, bonito -dijo.

Sonreí y le ayudé poco a poco a subir.

- Joaquín Bondoni Gress no sabía que eras un niño malo. -dije sonriendo.

- No soy malo. Tu papi es malo por no dejarme verte. -dijo- ¿Cómo estás? ¿No te hizo nada verdad? -dijo serio.

- No peque, no me hizo nada. -dije tranquilo.

Nos quedamos en silencio unos minutos, nos vimos y sonreímos.

Sabíamos perfectamente que teníamos un tema pendiente.

- Emi -dijo.

- ¿Si? -dije.

- El beso...

Sonreí.

- ¿Qué pasa? -le dije haciéndome el tonto.

- ¿Qué piensas? -dijo.

- Mm, mi primer beso no pudo haber sido con otra persona que no fueras tú. -dije.

Sonrió y me abrazó.

- Mi niño, te quiero tanto. -dijo dándome un beso en la mejilla.

[...]

Y así pasaban los días. 

Joaco venía cada noche a las 8:30 y se quedaba un rato. Había noches en la que nos quedábamos platicando tanto que se nos iba el tiempo y mejor se quedaba a dormir.

El niño de la sonrisa bonita. | Emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora