40. Fuerte.

8K 850 849
                                    



Narrador.

Las primeras dos semanas habían pasado. Las vacaciones de verano habían comenzado.

Los padres de Joaquín lo habían tratado de convencer de que se fuera un tiempo a Guadalajara pero Joaquín les había dicho que aún no estaba listo.

Y era cierto.

El dolor se seguía apoderando de su corazón cada que recordaba quién era Emilio Osorio.

[...]

Los primeros cinco días habían sido los más difíciles para Joaquín. Recordar todas las palabras, besos, promesas, todas las veces que habían hecho el amor.

Pero lo más doloroso era el darse cuenta que quizás no estaban destinados. Que quizás la vida se empeñaba en hacerle saber que nunca podría estar con Emilio.

—Joaquín, hijo. —dijo Gris— ¿Cómo te sientes?

Joaquín se encontraba tumbado en el sillón mirando hacia la nada.

Se estaba convirtiendo en rutina el sentarse en uno de los sillones y pensar. Sus ojos se llenaban de lágrimas y simplemente negaba mientras se limpiaba las lágrimas excusándose con un "todo está bien, tía."

Pero cuando Gris notó que eso se estaba convirtiendo en rutina, no pudo más y se sentó a platicar con su sobrino.

¿Hay algo pasando por esa cabecita? —dijo tocando la cabeza de Joaquín.

Cuando Joaquín escuchó esa peculiar pregunta que Gris le había hecho, no pudo evitarlo más y se soltó a llorar.

Pues esa era la pregunta que siempre le hacía a Emilio cada que lo notaba extraño.

—Te-terminamos, tía. —dijo Joaquín mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Gris se acercó rápidamente y abrazó protectoramente a Joaquín. Tratando de manifestarle todo el amor y cariño posible. Pues le dolía ver a su sobrino así.

[...]

Niurka tocó la puerta de Emilio.

—Por favor, te pido... —corrigió— Te ruego que abras esa puerta. —dijo.

Emilio llevaba días encerrado.

No había ingerido alimento y eso estaba angustiando tanto a Niurka.

Ni siquiera sabía que era lo que le había pasado a su hijo.

De un de repente, Diego había dejado a su hijo en casa mientras Emilio no paraba de llorar.

Desde ese día Emilio había permanecido encerrado. Algunas noches lo escuchaba bajar por agua. Pero solo eso. No ingería alimento y Niurka tenía miedo de lo que le pudiera pasar.

—Mi amor, solo... —susurró— Quiero verte. —dijo Niurka.

Y aunque al principio solo recibió silencio, segundos después la puerta se abrió.

En cuanto Niurka hizo contacto visual con su hijo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Pues su bebé estaba sufriendo.

En cuanto Emilio miró a su mamá, se desplomó en el suelo.

—Mi amor. —dijo Niurka mientras se acercaba a su hijo.

Niurka jamás olvidaría el llanto desgarrador de su pequeño.

—¿Qué te hicieron, mi amor? —preguntó.

Emilio solo lloraba y lloraba. No podía pronunciar ninguna palabra.

El niño de la sonrisa bonita. | Emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora