Capítulo LII: Pistas

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Aquel hombre se acercó a la única fémina y como si se tratara de una vieja conocida él colocó sus grandes manos encima de los hombros de Demonie quién solo observaba con incredulidad al demonio con cuernos.

- Asima... Asima ¡Asima! ¿En verdad eres tú?- Preguntó aquél.- Amore mio, non ti vedo da molto tempo!

- ¿Quién eres?- Cuestionó Demonie al dar un paso atrás.- ¡¿Y qué fue lo que dijiste?! Y ¿Cómo es que conoces a mi madre?

- Nuestra madre... Dem...- Corrigió Kalvin con su voz tan temblorosa.

- ¿Su... Madre?

El astado llevó sus manos a las mejillas de Demonie y así mantuvo su mirada sobre los penetrantes ojos carmesí de la chica. Mientras más la observaba más se maravillaba y no se molestaba ni en ocultar su enorme sonrisa e ignoraba por completo la presencia del demonio de ojos azules. 

- Entonces... Tú debes ser mi Demonie, me sorprende lo idéntica que eres a tu madre.- La grave voz pasó de un tono amenazador a amigable.- ¿Cuánto ha pasado? ¿Cincuenta? ¿Cuarenta años?

Demonie no toleró el comportamiento del extraño y solamente dejó que el siniestro demonio bajase la guardia para ella poder empujarlo con ambas manos y así liberarse de él. Esa simple acción dejó a Kalvin con más y más nervios, él no podía aguantar más la situación que a este punto él deseaba estar en casa con la bruja que lo crió.

- ¿Y a ti qué te ocurre? Y ya dime cómo rayos conoces a nuestra madre.- Rugió Demonie ya harta del extraño comportamiento del demonio astado.- ¡Respóndeme! 

Los ojos dorados se finalmente dejaron de fijarse en la chica y se paseó hasta toparse con dos zafiros cuyo brillo no era opacado por nada, esos eran los ojos llenos de miedo de Kalvin y esa sola expresión provocó disgusto en el astado, su alegría fue desvanecida gracias a los recuerdos que le provocaban aquella brillante e inocente mirada.

- De ti también me acuerdo. Recuerdo perfectamente esos azules ojos desde que entraron a este mundo, me dieron asco cuando los vi y sigo sintiendo lo mismo aún sin importar cuantos años han pasado.- Fueron las palabras que soltó el nuevo y que dejaron a Kalvin y a Demonie en silencio. El demonio astado aprovechó ese silencio para alzar más su voz y así darle a saber a los hermanos quién dominaba entre ellos.- Créeme, que si fuera por mí tú no estarías ni respirando en este momento, los débiles no merecen un lugar en este mundo, tú mereces el mismo destino que esos dos humanos que tomé por bocadillo o el de tus otros hermanos... Saber de tu existencia es lo que más vergüenza me da en esta vida, vivir con el hecho que tengo un hijo tan delicado y débil es una completa decepción y deshonra para un demonio de alto rango como lo soy yo.

Esas palabras rompieron al chico de ojos azules tal como si fuera de papel, estaba herido y con un enorme nudo en la garganta que le impedía hablar, retuvo las lágrimas a cómo pudo y la consecuencia de ello era una vista muy vidriosa pero así al menos ya no podía ver con claridad aquellos furiosos ojos dorados que aún seguía juzgándolo a distancia. Demonie aún no se percató del estado de su hermano pues había algo que le daba más importancia y era la identidad del demonio astado, dentro de aquellas duras palabras que fueron dirigidas hacia su hermano estaba la enorme pieza que descifraba la identidad del extraño.

- Radna... vete de aquí y déjanos en paz.- Amenazó Demonie ignorando el peligroso temperamento del mayor.- Esta será la última vez que sepas de nosotros. Daemon me ha contado la escoria que eres y ahora que te veo puedo confírmalo.

- Más respeto muchachita, que te dejé vivir no significa que puedas escalar encima de mí. Un demonio de sangre mixta como tú solo es una simple máquina asesina, una bestia, tú eres completamente fuerza bruta ¿y crees que eso te permite faltarme el respeto? No hija mía, claro que no. Te hace falta intelecto para que me puedas hacer arrodillar, mientras tanto aprende a callar. Solo mírate, ni siquiera te has ganado tus cuernos y tenía mucha esperanza en ti pequeña Demonie. Eres un desperdicio de vida por el momento.

La última frase fue un rápido interruptor para hacer enojar a Demonie al punto de querer golpear en el rostro a su propio padre pero lo único que la detuvo fue Kalvin rodeándola con sus delgados brazos. Tal vez estaba limitada a darle la bofetada que merecía su padre pero su voz no tenía ni una restricción así que la liberó.

- ¡Sí! ¡Así es! Soy una maldita máquina asesina porque es lo único que sé hacer desde que soy pequeña ¡¿de qué otra manera iba a sobrevivir si no es así?! ¡¿Qué opciones hay para un demonio aparte de matar y esconderse?! ¡No lo sé! ¡Nunca recibí instrucciones! ¡Ni tú ni Asima me guiaron! No sé nada y no hay nadie que me haya querido indicar el camino correcto ¡Siempre fue así! Me han llamado monstruo, desalmada y ahora un desperdicio, todo porque no sé nada aparte de derramar sangre...- Demonie hizo una larga pausa para poder recuperar el aliento, luego continuó pero esta vez sonando menos alterada.-  Pero créeme que esos días se han acabado pues ahora no estoy sola ¡y te voy a demostrar que seré capaz de hacer que tu cara repose en el suelo!

Su padre se sentía completamente insultado con la actitud de su hija sin embargo tras pensar en las palabras de ella estalló de risa acompañado de aplausos. Esa respuesta hizo enfurecer a Demonie e incluso a Kalvin, pero este último no quiso opinar nada y siguió abrazando a su hermana impidiendo que ella cometiera alguna locura.

- ¡Bien, bien! ¡Amo esa valentía! y solo por eso te diré una pequeña pista de cómo puedes ganar tus cuernos y así puedes hacerme besar el suelo como lo planteas.- Respondió Radna con mucho ánimo.- Refleja tu alma y así lo encontrarás, cuando lo logres ganarás tus bellos cuernos y obtendrás tanto poder como para acabar a medio mundo pero no te lo recomiendo si no quieres ser exterminada por los ángeles.

- ¿Y cómo se supone que haga eso? Radna eso no me dice nada.- Protestó la chica.

- Hmm, mi niña eso lo descubre cada demonio por su cuenta, para ganar tus cuernos no se siguen instrucciones en específico. En mi caso, yo los gané siguiendo mi filosofía: Muerte a los débiles y vida eterna a los fuertes. Otra manera de explicártelo es decirte que yo fui quién vendió a la aldea donde vivían esos débiles demonios a los ángeles y a su ejército de humanos.

- ¡¿Cómo pudiste hacer eso?! ¡Tú sabías que Asima y yo estábamos en ese lugar!- Exclamó Demonie sintiendo su sangre arder en ira.- ¡¿Qué pasaba por tu cabeza para hacer algo como eso?!

- Poder, simple y sencillamente.- Kalvin rompió el silencio.- Eso es lo único que quiere.

Radna chasqueó sus dedos y en instante el escenario había cambiado, ya no habían tantos árboles como antes y el suelo ya no estaba inclinado. Estaban en un sitio que ya se le hacía familiar a la chica de ojos carmesí.

- Sí y por eso estoy aquí. Vengo a cobrar mi otra mitad de poder a un estúpido ángel, así que los dejaré aquí y Demonie, espero que la próxima vez que te vea estés lista para pelear contra mí. Te estaré esperando.

La negra cabellera de Radna había cambiado de color, en lugar de un negro azabache era un blanco tan puro como la nieve, su rostro tan varonil ahora estaba marcado con líneas simétricas de color carmesí que comenzaban a borrarse al pasar los segundos, lo único que no había cambiado era su vestimenta. El mayor le dedicó una sonrisa solamente a su hija y antes de que ella pudiera reaccionar miles de hojas secas giraron violentamente alrededor del cuerpo de Radna y cuando éstas cayeron él había desaparecido dejando a solas a los hermanos en medio de lo que fue la aldea de los demonios, el primer hogar de Demonie.

DemonieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora