Capítulo XLIII : ¿Me recuerdas?

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Las llamas devoraban todo lo que podía, una ráfaga de viento atravesaba la tierra seca y la tez del Ángel se cubría por el polvo, también provocaba que su hermoso traje blanco se ensuciara sin embargo esa no era la única mancha en aquella perfecta tela pues había algo peor que simple polvo, estaba sucia de sangre impura, la sangre de innumerables demonios opacaba la belleza de su traje.

Su mano cubierta por un sangriento guante sostenía con fuerza la empuñadura de una larga y filosa espada sucia de pecado, mientras que su otra mano acomodaba sus rebeldes cabellos castaños. La respiración del Ángel era muy pesada y era una batalla para poder regularla, él había destrozado a la mayoría de demonios y era todo un honor haber cumplido esa tarea pero eso le había drenado la mayor parte de su energía, ahora arrastraba su pesado cuerpo vagando por las zonas oscuras mientras una lluvia de lamentos mojaba la tierra y otra lluvia de sangre pintaban las sombras. Su visión se volvía borrosa y sus oídos perdían la audición, sus piernas se tambaleaban y sus rodillas se doblaron provocando que por primera vez el Ángel cayera, su cuerpo descansaba sobre una inestable pared de madera y su espada tirada a pocos centímetros de él. Esbozó una sonrisa pensando que ese era su última acción en la guerra, que ahora le tocaba descansar aunque fuera en el sucio suelo, sin embargo sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar unos pequeños pasos acercándose a él, por impulso levantó la mirada y se echó a reír tras ver quién era su compañía: una pequeña niña harapienta, pies descalzos y muy heridos, tez extremadamente pálida, cabello azabache y desarreglado pero lo más atrayente de la niña eran esos ojos que fácilmente se hacían pasar por unos brillantes rubíes.

El Ángel no movió ni un músculo pues no veía amenaza en la criatura que veía maravillada sus enormes alas, la pequeña se sentó a su lado para poder tocar aquellas brillantes plumas, él permitió que la nena tocara a su gusto sus alas e incluso pasó por alto el momento que ella arrancó tres plumas, dejaría que el pequeño demonio se divirtiera por última vez antes de despojarle su vida. Con la poca fuerza que le quedaban tomó a la pequeña y la sentó sobre su regazo para poder estudiarla más de cerca, al demonio no le importó pues su atención ahora se centraba en la enorme cruz que colgaba en el pecho del Ángel.

- ¿Cuál es tu nombre pequeña? Quiero recordar el nombre de mi última víctima de la limpieza de hoy.- Cuestionó el castaño mientras acariciaba el cabello del demonio.

La nena no respondió pues estaba muy concentrada viendo los detalles de aquella cruz dorada, nunca en su corta vida había visto un objeto semejante. Los celestes ojos del soldado de Dios se compadecieron de la niña y optó por darle un final menos doloroso. Llevó su mano hasta el rostro del demonio cubriendo sus ojos, las pequeñas manos tocaron suavemente el dorso de la enorme mano.

- Aunque no supe tu nombre voy a recordarte, pequeña Rubí... Rubí es por el exótico color que tienen tus ojos, ya que no quisiste darme tu nombre entonces te puse uno, después de todo seré el único que te recordará. Yo, el mayor arcángel Emmett te prometo mantenerte viva en mi memoria aunque no lo merezcas por ser mi enemigo natural, pero te haré una excepción por ser de poca edad. No sabes lo que eres y antes de que comiences una vida llena de pecados te la quitaré.

El Ángel comenzó a apretar poco a poco el rostro de la nena quién comenzaba a inquietarse por el dolor, sus pequeños labios se separaron dejando escapar quejidos. Las manos del demonio sujetaron la muñeca del Ángel y simples segundos el dolor se detuvo, la carita de la menor estaba cubierta de sangre pero no era de ella sino del Ángel quién ya no tenía mano pues reposaba en el suelo desangrándose al igual que su muñeca que tenía un corte limpio e imitaba una fuente que en lugar de agua era el vital líquido rojo. Él no entendía nada de lo que estaba pasando y antes de que pudiera hacer un acto más su cabeza corrió la misma suerte que su mano. Su cabeza cayó sobre el regazo de la criatura, ella observaba cómo los brillantes ojos color celeste se iban opacando y sus párpados iban cerrándose dándole entrada al fin del celestial guerrero.

La cruz que estaba en el cuerpo sin vida emanó una cegadora luz que duró menos de un segundo. El demonio no se atrevió a tocarla, prefirió marcharse del lugar así que tiró la cabeza que descansaba sobre sus piernas y se alejó unos pasos pero luego regresó hacia donde estaba la cabeza pues tenía unas palabras para él.

- Demonie... soy Demonie no rubí.- Respondió la última pregunta del Ángel a pesar que ya no sería capaz de escucharla.

Con eso dicho la pequeña se marchó entrando a lo que una vez fue su casa, una vez ahí recobró nuevamente el miedo al escuchar a su madre gritar, esa era una señal que ambas habían acordado en caso de que una de ellas fuera atacada letalmente. La niña fue a buscar la muñeca que ahora ocuparía el alma de su madre y se escondió debajo de la cama a esperar su destino, sin embargo tú y yo sabemos perfectamente lo que ocurrió después con ella.

Pero no te he contado sobre el hombre alado que estaba con ella. Su cuerpo fue encontrado por un joven ángel, por su apariencia podía hacerse pasar por un crío que apenas pasa su etapa de pre adolescencia. Aquel menor se acercó hacia el decapitado cuerpo y sus grandes ojos de color lima observaron con decepción al fallecido.

- ¿Quién habrá sido la bestia que logró matarte Emmett? Que yo recuerde nadie había sido capaz de darte un simple arañazo y ahora mírate... Sin cabeza.- El joven tomó la dorada cruz y la colgó sobre su cuello para no perderla, debía de proteger aquella cruz con su vida si hacía falta.- Te tomará como más de treinta años en reencarnar y ni hablar de cuanto tiempo te tomará para retomar tus memorias y todo lo demás. Haces mi trabajo más difícil.

- Gabriel ¿Qué ocurre aquí?- Cuestionó otro ángel que pasaba por ahí buscando aliados heridos.- ¿Ese es Emmett?

- Sí... Tengo que buscar un contenedor para su alma, bueno tú ya sabes todo el rollo que tendré que trabajar desde ahora. No entiendo porqué los superiores no dejan ir estas almas, hacer que reencarnen es un dolor de cabeza.

- Oye sabes que no pueden dejarlos ir porque es rarísimo que un ángel nazca con semejantes cualidades. Ellos podrían destruir un planeta entero si lo desean, pueden dar y quitar vidas con simples movimientos.

- Si pueden dar vida ¿por qué no reencarnan ellos sin ayuda? No quiero hacer todo ese proceso yo solo.

- Conoces las reglas Gabriel ellos no pueden usar sus dones con ellos mismos. ¡Ya deja de quejarte! toma su alma y vámonos de aquí antes que una bala nos alcance.

El muchacho de cabellos plateados hizo un puchero y abrió sus alas siguiendo al otro ángel. Ambos tomaron vuelo lejos de aquella aldea encendida en llamas pues tenían una complicada y larga tarea más importante por hacer que a pesar del largo tiempo que requería fue cumplida con éxito, sólo faltaba que cierto individuo recupere sus memorias poco a poco.

DemonieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora