Capítulo XXVI: Secreto casi expuesto.

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Emmett no permitiría que Keaghlean regrese a su casa en ese estado, pero la chica ideaba más excusas para evitar ser acompañada.

- Emmett, no es necesario que me acompañes. Estoy muy bien.

- Sabes perfectamente que no lo estás, dejáme preocuparme por ti. Somos amigos ¿No?- Debatió Emmett, estas palabras fueron suficientes para hacerla cambiar de parecer.

- Uhg... Haz lo que quieras.

El chico se colocó al lado tomándole el brazo.

- Muy bien, quiero que camines cerca de mí para evitar que te caigas.

- Pero qué cosas dices. D'Valencia puedo caminar sin necesidad de agarres.

- Shh... Dijiste "haz lo que quieras" así que no tienes derecho a quejarte.

Keaghlean bufó y Emmett simplemente se rió ante las reacciones de la chica. En todo el camino hablaron sin parar en especial el castaño, Keaghlean no tenía muchos amigos porque era muy callada y no le gustaba socializar pero hablar con Emmett le hacía sentir confianza. Cuando ambos jóvenes llegaron a la casa destinada Keaghlean se subió en un escalón colocándose prácticamente a la misma altura que él, por fin mantuvo la frente en alto estando delante del ojiazul. Mantuvo seriedad pero Emmett se rió a lo bajo.

- Keaghlean aunque te coloques delante de mí no me impedirás que entre. Me iré hasta ver que mejores.- Comentó Emmett tras ver la intención de Keaghlean.

- Sólo debo comer y tomar mis pastillas. Puedes irte.- Repuso la chica.

- Lo haré hasta que lo hagas.- Le sonrió.

- Eres necio...

- No es la primera vez que me lo dicen.

Keaghlean dio media vuelta y abrió la puerta dejando entrar al chico que tomó confianza sentándose en el remendado y ruidoso sofá quitándose la mochila de la espalda, a plena vista se notaba que no había nadie más que ellos en el humilde hogar, había demasiado silencio, pero aquel silencio ocultaba los sollozos de alguien, probablemente un niño.

"Por favor... Mátenme ya..."

Emmett logró escuchar un susurro seguido del sonido de unas cadenas agitarse que provenían debajo de los pies de ambos. Keaghlean fingió no haber escuchado nada pero era obvio así que se fue a la cocina, Emmett se sentía inquieto en aquella pequeña sala de estar, se levantó y siguió el mismo camino que vió a Keaghlean ir pero cuando él llegó a la cocina no encontró a la pelirroja, era muy extraño, retornó nuevamente al sofá y escuchó otra vez las cadenas esta vez acompañado con un largo grito ahogado, al castaño se le heló la sangre escuchar tales extraños ruidos, seguido un silencio escalofriante que incluso sólo podía escuchar los agitados latidos de su corazón.

- ¿Qué sucede Emmett?- Cuestionó Keaghlean detrás de él.

Emmett se levantó girando bruscamente hacia ella.

- Keagh... ¡¿Dónde estabas?!

- Estaba afuera recogiendo unos mangos para ti, me siento apenada por no poder ofrecerte algo más.

- Oh ... Gracias no hay problema con eso... Oye Keaghlean escuché unos ruidos raros.

- Disculpa pero en esta casa apenas puedo mantenerla y aquí hay muchas ratas. En verdad me apena que estés en un lugar así...- Las mejillas de la chica se elevaban a un cierto tono rosa mientras desviaba la vista.

Emmett decidió tragarse esa mentira, una rata no habla, no solloza, ni mueve cadenas.

- Tranquila, eres alguien muy fuerte; es decir vas al instituto a pesar de tener que cuidar esta casa y a tu hermanito. Tienes una gran responsabilidad ... Por cierto ¿Dónde está tu hermano? No lo he visto.

- Está dormido en su habitación. Hey ¿Vas a tomar el mango o no?

- Sí, perdón.

Emmett tomó el mango de la mano de ella, Keaghlean se dirigió a una mesa que estaba repleta de medicina ella tomó varias y algunas se le caían de las manos, Emmett inmediatamente se ofreció a llevarlas Keaghlean se rehusaba pero no logró ganarle al castaño, él siempre salía triunfante. La chica caminaba hasta las escaleras destartaladas y el chico la seguía, al llegar a la pieza Keaghlean abrió la puerta, se lograba ver a un niño pelirrojo acostado en una pequeña cama con las sábanas tocando el suelo aquel cuarto era un total desastre, Emmett pasó y dejó las medicinas en una vieja mesita y al devolverse tropezó con un muñeco pero logró mantener el equilibrio para no caer, Keaghlean escondió una carcajada por una sonrisa y siguió con su atención total al niño dormido, ella se sentó en la cama y al hacerlo botó por completo las sábanas.

- Perdón por el desastre Emmett, él siempre deja sus cosas y muñecos por toda la casa... A veces llego a creer que habla con ellos cuando está solo... Me duele dejarlo aquí todos los días, al menos estos muñecos le hacen compañía.

- Oh no...- La palabra "muñeco" fue un interruptor a la memoria de Emmett, recordando su objetivo principal.

- ¿Qué sucede Emmett? ¿Qué te ocurre? Tu expresión me preocupa.

- ¡Tengo que ir por Asima, me está esperando! ¡Se hace tarde y es horrible ese lugar de noche!

- Disculpa ¿Qué? ¿Asima?

Emmett bajó rápidamente las ruidosas escaleras, tomó su mochila y se la colocó, Keaghlean lo siguió y al llegar al primer piso le abrió la puerta principal, Emmett salió apresurado despidiéndose con la mano.

- Lo siento Keaghlean pero esto es muy importante, no puedo romper una promesa no me lo perdonaría. Prometo ayudarte mañana ¡Nos vemos!- Gritó Emmett mientras se alejaba.

A Keaghlean no le dio tiempo de despedirse ya que Emmett estaba bastante lejos.

- "Emmett... ¿Quién es Asima? ¿Por qué tuviste que irte? ¿Tan importante es? ... ¿O simplemente era una excusa para irte? Aunque no lo creo, imagino que no eres de aquellas personas que sólo sueltan palabras lindas y luego abandonan ya que te he observado por mucho tiempo... Te preocupaste por mí a pesar de que apenas soy una conocida..."- Pensaba Keaghlean mientras mordía la uña de su pulgar.

Keaghlean entró a la casa cerrando con muchos seguros y candados la entrada principal. Ella sacó una afilada daga de una gaveta oculta del armario, pateó con fuerza el piso mostrándose muy dominante. Llegó a la cocina y quitó una baldosa que ocultaba una entrada secreta, ella entró a lo que sería un sótano, limpió aquella daga con la tela de su falda y se adentró al lugar.

- Ya es la hora demonio peliblanco. Es hora de que sangres para mí y que manche mis manos.- Decía Keaghlean agravando la voz.

La pequeña figura empezaba a sacudirse y las cadenas también, intentaba gritar pero las vendas de su boca le impedían.

- Oh vamos ya deberías acostumbrarte, hago esto desde hace tiempo. Ven aquí, te sacaré la preciosa medicina para mi hermanito.- Keaghlean no parecía de ser la chica tímida y callada, ahora era completamente diferente.

De aquel oscuro cuarto salían sonidos escapados de una pesadilla.

DemonieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora