7.

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SIETE

Lo observo bajar, con su impecable traje y una sonrisa que quiero quitarle a puñetazos.

—¿Qué haces aquí?

Killian me observa con una expresión lenta y agraciada.

—Te dije que nos veríamos pronto—él baja la mirada por mi cuerpo y me siento levemente intimidada—. Te ves bien.

—¿Por qué viniste a mi casa, Killian?

—Estaba de pasada—le resta importancia con un ademán.

—¿De pasada? ¿Aquí? —lo miro, desconfiada—. No pegas aquí, ambos sabemos que eso es mentira—lo miro a él, su traje impecable y su auto caro.

—Parte de mi familia... está a unos kilómetros de aquí y sólo pase.

—¿Sólo pasaste? —no puedo creer sus palabras—. Bien, si sólo pasaste, ya puedes irte—encojo mis hombros—. Que tengas buen día—meto la llave en la cerradura y siento sus pasos acercarse. Antes de que llegue, la saco nuevamente y lo miro. No pienso abrir y correr el riesgo de que se meta en mi edificio—. ¿Qué quieres? Ya he tenido suficiente por hoy y a menos de que quieras que realmente cumpla con llamar a la policía, vas a irte— le digo, mientras busco el teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón, marco el número y espero para llamar—. ¿Quieres eso?

—¿Evan es tu novio?

—¿Por qué debería decirte? No tengo que darte explicaciones—dejo las bolsas en el piso y me cruzo de brazos, intentando mantener una postura fuerte. ¿Por qué tiene que ser tan alto?

—Sólo preguntaba, no tienes que ponerte a la defensiva—levanta los brazos, en rendición.

—Todo lo que haces hace que me ponga a la defensiva, ¿No lo ves? De alguna forma, lograste que mi jefe me convenciera para grabar contigo, me enviaste flores a mi casa, lo que quiere decir que sabías dónde vivo y ahora, ¡apareces aquí por segunda vez! — digo, agitada.

Tenerlo tan cerca provoca una extraña mezcla de emociones y por más buenos orgasmos que haya tenido, esto es más que raro. Además, la situación con el profesor me dejó tensa y no estoy con el mejor de los ánimos. Me siento histérica y su cercanía no me ayuda.

—No te haría nada malo, Isla—dice, casi ofendido de que esa idea pudiera pasar por mi cabeza.

—Eso no lo sé, no te conozco—le digo con cierta mordacidad—. Dime, ¿Cómo te sentirías si una de las mujeres con las que grabaste se te aparece en tu puerta con flores y un niño sonriente?

Parece pensarlo por varios segundos, antes de decir:

—No lo sé.

—No, no lo sabes— resoplo—. Me da miedo que hagas esto, así que, por favor, limítate a sólo cruzarte en mi camino cuando grabemos, no fuera del set.

—Tiene un carácter un tanto fuerte, ¿No crees? —me sonríe lentamente y traga saliva. Los tatuajes en su cuello se mueven al ritmo de su nuez de Adán y me quedo como idiota tratando de descifrar qué significan—. ¿Vamos a quedarnos aquí fuera?

Sacudo levemente la cabeza y lo miro a los ojos. Son oscuros, casi negros.

—Tú no vas a entrar a mi casa—lo señalo—, no me gusta que aparezcas sin avisar, Killian. No somos amigos, ni lo seremos.

—¿Entonces debo avisarte? ¿Si lo hago me dejarás pasar? — cuestiona—. Quiero decir, no estoy acostumbrado a hacer esto, aunque creas que sí— me da una sonrisa leve, tensa—. Si te llamo antes, o envío un mensaje, ¿Podríamos vernos?

Fuera del set #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora