8.

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OCHO

Killian vuelve y veo las brillantes esposas en su mano izquierda. Tiene esa sonrisa depredadora en su rostro, que ya le he visto varias veces y las deja en la cabecera de la camilla.

Estoy un poco confundida porque no sé bien cómo coño vamos a mezclar la trama del doctor/enfermera con el sadomasoquismo y creo que por eso mis manos están temblorosas cuando él las agarra y las saca de mi regazo. Las deja a mis costados y pasa el pulgar suavemente por el dorso, creo yo, que un intento por tranquilizarme. La forma en la que se comporta en las escenas y cómo es fuera de ellas me resulta confusa. Mientras que en la calle y cuando se apareció en mi casa me puso frenética, aquí luce tan controlado y en su propio elemento, que es imposible no absorber esa energía.

Las manos de Killian sueltan mis muñecas y una de ella toma mi rostro. El suyo se acerca al mío y mis labios entreabiertos lo esperan ansiosos. ¿Va a besarme?

—¿Has fumado? —lo miro, sin saber por qué lo pregunta—. Responde.

—Sí...—mi voz suena más temblorosa y aguda de lo que me gusta y él aprieta los labios.

—¿Si...?

Mierda, lo olvidé.

—Sí, señor—mis ojos dejan de buscar los suyos, pero sostiene nuevamente mi rostro en su dirección.

Sus manos sacan rápidamente los botones de la pequeña camisa blanca que cubre mis senos y él pasa sus pulgares por mis pezones ya erectos. ¿Cómo puedo ocultar que realmente una parte de mí se excita cuando él está cerca?

Me pellizca y me retuerzo, soltando un quejido de dolor.

—No... —de nuevo presiona sus dedos en mi piel sensible y me mira, desaprobando mi protesta.

—Eso duele—me quejo.

—Dolerá más si sigues quejándote—me dice y pone sus manos sobre mis muslos—. Acuéstate.

Lo miro durante unos segundos, sin hacerlo. Él parece estar especialmente mandón hoy y yo me siento de alguna estúpida manera con la necesidad que llevar al límite las cosas. Él probó mis límites, yo quiero probar los suyos.

Pongo mis manos en su pecho desnudo y puedo sentir su piel tibia erizándose cuando lo toco. Sonrío lentamente al ver un gesto un tanto descolocado en sus ojos y agarro las dos puntas del estetoscopio para acercar su rostro al mío, intentando tomar el control. Pasa la lengua por sus labios y me observa con curiosidad. ¿Va a dejarme seguir? ¿Podría...? Levanto un poco más mi rostro y mis labios rozan lentamente los suyos.

Cuando creo que puedo manejar esto, sus manos aprisionan mis muñecas y me baja de un tirón de la camilla. Sin siquiera poder exclamar algo, me gira y aplasta mi pecho contra el cuero, presionando su cuerpo contra el mío. Puedo sentir su polla pegada a mi culo y quiero joderlo como él hizo conmigo, así que empujo mi cadera hacia atrás y me froto lentamente contra él.

—No quieras pasarte de lista, preciosa—pega su boca a mi oído, muerde lentamente mi lóbulo y aleja su cuerpo del mío. Hago el intento de pararme, pero su mano está en mi espalda baja y con la otra, agarra las esposas que dejó minutos atrás en la camilla a mi derecha—. Pon tus manos en la espalda—lo hago lentamente y él rápidamente encierra mis muñecas. Levanta la pequeña falda blanca, juntando la tela en mi cintura y tira del elástico de mis bragas, que golpea contra mi piel haciendo un chasquido—. No me gusta que fumes, Penny—sin verlo venir realmente, me da un palmazo en el culo. Me retuerzo, pero me agarra de la cadera y deja mi cuerpo exactamente igual—, ni me gusta que me desobedezcas ni que quieras pasarte de lista.

Dos, tres, cuatro golpes más. Mi trasero quema.

Se detiene y frota sus manos lentamente en la zona golpeada, mitigando un poco el ardor, pero pronto, me propina otra tanda de golpes llega y cuando cuento internamente diez palmadas más, se detiene.

Fuera del set #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora