50 (parte dos)

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Killian tiene su mano en mi espalda baja y me está diciendo el nombre de una máquina frente a mí. La verdad es él podría estar dictándome la Constitución, que yo lo seguiría ignorando.

No me siento mal, ni nada cercano, pero un aturdimiento dulce me llena y contengo la respiración mientras intento centrarme en sus palabras.

—¿Me estás prestando atención?

—honestamente, no— le digo, dándole una sonrisa inocente.

Regresamos al galpón del porno —como empecé a llamarlo en mi cabeza —, porque le he dicho a Killian que me convenciera. El primer día me explicó con lujo de detalles qué pasaría si íbamos a la convención. Hoy, vamos a practicar.

Siento como si fuera a perder mi virginidad nuevamente. ¿Acaso ya dije que estoy nerviosa? Pues estoy nerviosa. Muy nerviosa. Es como una ansiedad que me impide disfrutar de que Killian quiera incluirme en esta parte de su vida.

—¿Qué te ocurre? — Killian se para delante de mis ojos y lo miro— si no quieres hacerlo, podemos irnos, Isla. No voy a forzarte a hacer algo que no quieras.

—no es que no quiera.

—aquí viene el pero—dice él, dándome una sonrisa leve.

pero no sé qué tan cómoda me sienta sin una pizca de capacidad de decisión sobre lo que pase.

—no, no— Killian me mira un poco crispado— en eso es en lo que te equivocas; yo no voy a hacer nada que no me dejes hacerte, Isla, no voy a tocarte donde no quieras que te toque ni hacerte algo con lo que no estés familiarizada.

—¿Y qué hay sobre las personas?

—¿Te refieres a si pueden tocarte o no? — asiento — Isla, nadie va a tocarte, solo yo. De eso puedes despreocuparte.

—está bien— algo del peso abandona mis hombros — entonces, ¿Sobre qué se supone que vas a exponer?

—sobre los puntos erógenos de las mujeres.

No puedo evitar sonreir.

—¿Vas a hacer que me corra delante de muchas personas, Killian?

—tal vez— él me observa, detallando cada emoción que pasa por mi rostro— ¿Vas a dejar que tome el control de todo?

—tal vez— le digo, aún más relajada—entonces, ¿Por dónde se supone que empezamos?

—por quitarte la ropa— me dice.

—bien, eso no me parece tan difícil— a pesar de que el lugar parece un poco frío, me quito las zapatillas mientras veo a Killian alejarse hasta su bolso. Trato de no prestarle atención a lo que hace, mientras me concentro en quitarme la ropa. Cuando ya estoy completamente desnuda, espero a que él me dé alguna indicación.

—aquí— él le da dos golpecitos al respaldo de... ¿Cómo dijo que se llamaba? En fines prácticos, parece la silla donde una ginecóloga haría un Pap. Vamos a llamarla "la silla ginecológica".

—¿Tengo que sentarme ahí? — lo miro, sin poder dejar de pensar en el estudio ginecológico.

—¿De qué te estás riendo? — Killian me mira divertido, esperando a que le diga de qué se supone que me estoy aguanto la risa.

—me hizo acordar a la silla que usan los ginecólogos para la prueba del papanicolau— le digo, rascándome la nuca— en realidad no es gracioso— murmuro— solo me río porque estoy nerviosa.

—bien— Killian me sigue mirando como si me hubiera salido un tercer ojo— siéntate aquí— me relajo un poco cuando finalmente me da una indicación y apoyo mi culo sobre el asiento de cuerina, que está frío. A diferencia del que recuerdo en el consultorio de mi ginecóloga, este está un poco más reclinado y tiene todo el apoya piernas del mismo ancho.

Fuera del set #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora