21.

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VEINTIUNO

—Ya llegamos—Killian pone el freno de mano en el coche y salgo de mi aturdimiento. Por más que intento sacar mi cabeza de ahí, no puedo dejar de pensar en todo.

—Está bien— murmuro, bajando del coche.

Todavía estoy muy abrumada por los acontecimientos y no sé cómo demonios voy a solucionar algo. ¿Qué pensará Killian de que seremos padres? Además, ¿Qué garantía tengo de que reaccionará bien? Siento que he perdido el control sobre todo, y el único modo en el que puedo explicarlo es decir que se me han rotos los frenos del auto mientras voy a alta velocidad y que en cualquier momento me estrellaré contra algo.

Intento no pensar en nada mientras subimos hasta el departamento de Killian y cuando entramos, no puedo evitar sentir angustia de nuevo. Todo me supera.

Absolutamente todo.

¿Por qué decidí ser actriz porno en realidad? ¿Cómo en la vida creí que el porno y ser abogada podrían ser compatibles? ¿Qué clase de idiota fui al creer que podría funcionar?

—Prepararé—Killian deja sus llaves en el mueble al lado de la puerta y yo solo asiento—. Hoy iba a darte esto pero me olvidé— busca algo en su bolsillo y me lo extiende—. Ten.

—¿Para qué es esto?—agarro las dos llaves argolladas con el ceño fruncido.

—Son las llaves de la puerta del edificio y el departamento—me dice, casi sin importancia, mientras me da la espalda para caminar hacia la cocina.

—¿Por qué me estás dando esto? — le pregunto, sintiendo que mis manos comienzan a temblar un poco.

—Porque te estás quedando conmigo y me parece justo que puedas entrar y salir cuando quieras—habla con sus ojos clavados en los míos, luego de detenerse—. No quiero que te sientas como una prisionera o algo así.

—No voy a vivir contigo— le digo, conteniendo el aliento—. Esto... esto solo es algo temporal, una causalidad.

Él suelta una risa.

—Eso me lo has dejado claro, preciosa— dice—. No te estoy pidiendo que vivas conmigo, tampoco—añade—. Simplemente quiero que te sientas cómoda aquí mientras resolvemos el problema con el idiota ese— él ladea un poco la cabeza—, así no sientes que dependes de mí para entrar o salir y puedes moverte con libertad.

Aprieto los labios, con demasiadas emociones encontradas.

—Está bien, gracias.

—¿Por qué no vas a darte un baño mientras hago la cena?— sugiere.

—No tengo mucha hambre, en realidad. Así que...

—Anoche no hemos cenado—me interrumpe—, y hoy no has comido nada más que el desayuno. En el hospital tampoco quisiste comer, ¿Te duele el estómago o...?

Fuera del set #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora