59. Tal vez...

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Amber

— me haces el favor y me dices que hacemos en un yate lejos de la orilla— dije sería mirando a Mikhail, el trago en seco. — si no quieres que piense mal sobre esta situación me tendrás que decir que pasa...— dije suspirando lentamente implorando que esto tuviera una buena explicación.

Esto es una sorpresa...no es nada malo, cálmate.

— primero que todo, lo del yate fue idea de Abel, y tenía razón te causaría una gran impresión— dijo serio.

— continúa.— dije de igual manera.

— lo segundo...— aunque había poca luz se podía ver con claridad sus ojos intensos —...ya lo verás.

Agarró mi mano suavemente, y la apretó un poco, me sonrió levemente y me llevó a unas escaleras.

— las damas primero...— dijo señalando la escalera.

Lo mire incrédula pero sin embargo no dije nada, empecé a subir las escaleras con paso firme, el viento chocó con mi cuerpo y me dio escalofríos.

Al terminar de subir las escaleras, no podía dejar de repetirme cuanto amo a Mikhail, y me lo repetía como si me necesitara convencer a mí misma de ello. Ahí se me olvidó hasta que estábamos en el yate, mi mente estaba centrada en solo una cosa...la preciosa escena que contemplaban mis ojos.

Era el tercer piso del yate, y había una vista preciosa hacia la ciudad, estábamos muy lejos de la orilla. Al principio solo vi velas encendidas, pétalos de rosas por el suelo, un ramo de rosas rojas en un jarrón y tenía una nota dorada, una botella de champán y dos copas. Luego vi lo demás.

El ambiente era romántico claro está...y me parecía tan tierno e íntimo.

Di unos pasos más, Mikhail se acercó y se inclinó ante mí, nos miramos fijamente.

Qué hace?...

— Planear este día ha sido una de las cosas mas estresantes que hay, porque quería que todo saliera perfecto...y pensar que en serio estoy aquí junto a ti es como un sueño, no pensé volverme a enamorar tan perdidamente de alguien, y aquí estoy...— «la sinceridad ante todo ¿verdad, Mikhail?» bufó—...nadie me dijo que esto sería fácil, al contrario, me dijeron que sería la cosa más difícil qué hay, los nervios te consumen y que solo esperas una respuesta que tal vez no llegue...— lo mire sin comprender.

«¿acaso él está..?»...

—¿de qué hablas?— le pregunté sin entender,  el suspiró.

«No puede ser...» ¿en serio está...? «si, en serio»

— desde el día que te conocí jamás había visto a una mujer que fuese tan diferente a las demás, que fuese tan firme, decidida y peligrosa...que fuese a rechazarme...desde ese día no he podido dejar de pensar en ti, cada hora, cada segundo, preguntándome si estarás bien, si estás triste, si necesitas mi ayuda, si estas feliz...desde ese día me dije a mi mismo que no habría otra mujer a quien quisiera a mi lado más que a ti, ni siquiera te conocía, pero sabia que así seria, ese día me dije que tú serías mi mujer, y aunque ya lo eres, quiero que sea oficial...— no sé en qué momento mis lagrimas salieron de mis ojos, pero lo hicieron. Sentía que estaba temblando y mi corazón latía a millón.

Buscó algo en su bolsillo.

«él está...» mierda, mierda, mierda.

— ¿te casarías conmigo?— abrió una cajita de terciopelo rojo que contenía un anillo dorado con un diamante en el medio, es precioso.

La heredera de la mafia (terminado, pero en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora