No estaba realmente bien

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Zeref siempre había maldecido su vida.

Desde el principio, cuando sus padres fueron asesinados, supo que algo no estaba bien con él. Era como una sombra, una cierta oscuridad que siempre lo seguía. Durante años trató de ignorarlo, pero sus constantes intentos de revertir la muerte hicieron imposible fingir que no estaba allí. Aún así, luchó contra eso. Su intención nunca fue caer presa de la oscuridad, pero una vez que Ankhseram lo maldijo, resistirse se volvió inútil. Recibió una maldición inquebrantable que lo llevó a tomar vidas sin previo aviso o razón.

Cuanto más le importaba, más rápido desaparecía.

Gray no era tan diferente. Era incapaz de proteger lo que amaba. Todas las personas importantes de su vida se habían ido de su lado desde que era un niño. Primero sus padres y luego sus otros seres queridos. Uno por uno se había alejado de su vida, ya sea voluntariamente o no. Después de todo, las almas no escapaban de su destino.

No había salida. Estaban acorralados contra la pared; y cuando intentaron aislarse del resto, fracasaron. La soledad es plena y serena, como un campo lleno de flores que solamente te gustaban a ti, pero siempre habrán insectos zumbando alrededor.

La muerte nunca dejaría de seguirles por detrás. Era la sombra eterna que les recordaba que ya no merecían vivir una vida acompañada de alguien.

El mago oscuro más poderoso de la historia había perdido todo y se perdió a sí mismo. La oscuridad se hizo cargo de quitarle todo , destrozándolo, y él se rindió. No valía la pena luchar contra eso y estaba cansado.

Trescientos años..

¿Realmente había pasado tanto tiempo? Algunas veces se sentía como si fuera ayer que había sido maldecido, mientras que otras se sentía como para siempre.

Eternidad.

Estaba condenado a quedarse así hasta el final.

- ¿no quieres preguntarme cómo es que supe que tú eras yo y Lucy era ella?- rompió este el silencio entre ambos. Le sonrió ya que la persona frente suya no era ni más ni menos que él mismo, por así decirlo.

- no es algo que debería de saber- contestó inseguro Gray, con su voz haciendo eco por la gran sala. Levantó su cabeza para mirar al azabache.

Sus ojos recorrieron las escaleras hasta llegar al trono del mago más poderoso del mundo con una mirada sin muchas emociones a pesar de que le daba una sonrisa.

- pero nos involucra, sabes? Ellas... nos daban luz y calidez..- habló de una manera distraída, recordando cosas del pasado.

Toda su existencia fue lamentable y trágica; pero también, eterna.

Hasta que la conoció.

Ella era brillante, vívida y una buena persona. Todo lo que deseaba ser y no sabía que necesitaba desesperadamente. Mavis se convirtió rápidamente en todo.

Su risa, sus gigantescos ojos verdes, su sonrisa. Todos sus rasgos fueron memorizados y que en sus momentos más oscuros, él recordaría y le haría sonreír.

- pero no es algo que podamos apegarnos, no?- dijo el demonio de hielo con armagura. Él admitió que sabía cómo se sentía el amar a alguien te que te ha traído felicidad  y a la vez, la mayor de las tristezas cuando se encontraba lejos. Haría lo que fuese por ver otra vez su sonrisa, dedicada a él.

- sí, tienes razón. No es algo que se no es permitido- concordó el mago oscuro mientras cerraba sus ojos, ya no estaba sonriendo.

Su romance fue de corta duración y simple; pero también maravilloso. Durante cada momento con ella, la oscuridad se alejaba más y esperaba que fuera eliminada.

El ángel del demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora