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Uno, dos, tres latigazos fue lo que recibió el menor en sus piernas.

Después de eso el mayor acarició su rostro secando sus lágrimas.

Dylan por más que lo intentaba no podía dejar de llorar, jamás en su vida había sido golpeado por alguien, ni siquiera por su madre, y todo esto había sido un remolino de emociones para él.

-Tranquilo, no volveré a golpearte, solo tienes que prometerme que serás un buen chico ¿de acuerdo?.

El menor lo miro fijamente mientras algunas lágrimas seguían saliendo.

-P-ero.....que fue lo que hice mal?.-preguntó.

-Ir a un bar a estas horas es peligroso, y más a uno gay.-dijo suavemente mientras acariciaba su cabello.

El menor quería gritarle que eso no tiene nada de malo, pero solo se contuvo y no hablo más.

-¿Quién era ese chico?.-preguntó el mayor.

-¿Qué?.

-El chico que estaba contigo.

Dylan recordó al tal Connor, tal vez no estaría en esta situación si hubiese aceptado que lo llevará a casa.

-No sé.

El mayor lo miró con una expresión neutra.

-Lucian como si fueran muy cercanos.

Joseph se acercó al rostro del menor y a escasos centímetros, Dylan pudo sentir la respiración de él.

-No puedes acostarte con nadie más, no mientras estés conmigo.-susurro en su oído.

Dylan pudo sentir como si eso hubiese sido una amenaza.

Pero.......si ya lo azotó ¿que más podría hacerle para "castigarlo?".

Esa era una respuesta que Dylan no quería averiguar.

-¿Puedo ir a casa?, mi mamá no tardará en llegar y se preocupara por mí.-dijo Dylan.

El mayor le sonrió de una manera amigable, y lo desató.

El camino a casa fue muy silencioso, Dylan ni siquiera podía voltear a mirar al mayor.

¿En qué momento había aceptado ser su "sugar baby"?, no lo recordaba, y no era de extrañarse, había bebido más de lo que su cuerpo podía soportar.

De un momento a otro, ya estaban estacionados enfrente de su casa.

Dylan estaba por salir de la camioneta hasta que Joseph lo detuvo agarrándolo fuertemente de la mano.

-Pórtate bien.-dijo viéndolo fijamente.

Dos palabras, fueron solo dos palabras, pero su expresión en el rostro era de advertencia.

Dylan estaba advertido, y eso le asustaba.

¿En qué demonios se había metido?.

Sin tener alguna otra opción, asintió varias veces, y finalmente bajo de la camioneta.

Rápidamente se dirigió a su casa, sin siquiera voltear atrás.

Agradeció a dios, que su madre aún no había llegado y finalmente se dirigió a su habitación.

Azotó la puerta fuerte, y trato de guardar la calma, pero no podía.

¿Por qué estaba haciendo esto?
¿Por qué se dejaba humillar de esta forma?.

Lentamente se quitó sus jeans, y con mucho miedo dirigió su mirada a sus piernas.

Estaban rojas, y tenían marcas que seguramente tardarían en sanar.

Se deslizó lentamente en la puerta e inesperadamente empezó a llorar, sus lágrimas salían por si solas, y no eran por tristeza, eran por coraje.

¿Por qué no podía hacer nada para detener está situación?.

Comenzó a golpear su cabeza a la puerta, cada vez más fuerte, como si eso le fuese a dar una idea de cómo solucionar su situación.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora