Corría. Corría sin parar. Corría hasta sentir que le faltaba el aire.
Wei Ying corría en mitad de la nada, del caos, la destrucción y el fuego. El humo le impedía respirar, aumentando la sensación de ahogamiento causada por la carrera y el temor. No sabía a dónde iba, solo sabía que estaba huyendo de algo terrible y que, si se detenía, su vida no sería la única en peligro. A su alrededor, todo se desmoronaba. Mirase a dónde mirase, solo veía llamaradas, edificios en ruinas y cientos de cadáveres, unos vestidos con llamativas túnicas y otros con ropa de lo más normal. Los cuerpos se levantaban ante el sonido de una flauta, ante una melodía que reconocía haber tocado. O quizá era una melodía que todavía estaba tocando. Sí... sí, oía su fiel flauta travesera transformada en un dizi. Pero eso era imposible, ¿no?
Al fin y al cabo, él solo era capaz de correr.
Jadeaba. Entre la música desafinada y los gritos agónicos, creía ser capaz de oír también sus propios sollozos y su respiración agitada. Sin embargo, eran muy débiles y le llegaban embotados, como si la verdadera fuente estuviera muy lejos de él. Quizá lo estaba. Quizá él no era él, quizá era solo una víctima anónima y el verdadero Wei WuXian se encontraba en algún lugar muy lejos, observando la masacre que él mismo había creado. Solo estaba seguro de una cosa. Todo aquello era culpa suya. Sentía el pesar aplastándole el pecho, sintiéndose responsable de la destrucción del mundo. Tenía las manos manchadas de sangre, y de la forma más literal posible. Aunque no las veía, sabía que goteaban. Todo su cuerpo goteaba, empapado en la sangre de aquellas personas a las que se había enfrentado y matado, de aquellos a los que había convertido en cadáveres solo para que actuasen bajo sus órdenes. Saberlo le hizo empezar a hiperventilar.
Si su respiración ya había sido difícil antes, bajo el impulso de las lágrimas y la adrenalina se volvió todavía más caótica. Inhalaba y exhalaba de una manera errática, pero a gran velocidad. Notó que le faltaba oxígeno solo porque los bordes de su visión comenzaron a desdibujarse, a volverse borrosos y oscuros, pero todo lo que podía hacer era tragar humo en cada bocanada. Entonces se tropezó y cayó. Rodó por el suelo, cortándose, quemándose y arañándose distintas partes del cuerpo, deslizándose colina abajo por una pendiente que antes no estaba ahí. Cada roce dolía mil veces más de lo que debería haberlo hecho, y cada golpe parecía transportarlo a una realidad distinta. Cayó y cayó de forma infinta, durante lo que pudieron ser horas o segundos. Entonces se detuvo tan bruscamente como había empezado a caer. Estaba de pie en una llanura perfecta, y a su alrededor solo había cuerpos inertes vestidos como si acabasen de salir de un concierto en los ochenta. Sobre él sobrevino el frío, un frío glacial y antinatural que no tenía lógica, pero que quemaba incluso más que el fuego. Al respirar, minúsculas agujas de hielo se formaban en sus fosas nasales, haciendo que sus ojos lagrimearan. Cuando escuchó los ladridos, el dolor físico se convirtió en el menor de sus problemas.
Perros.
No sabía dónde ni a qué distancia. Sus gruñidos sonaban directamente en sus tímpanos, pero no podía verlos. Aquel infierno helado cada vez estaba más oscuro. Durante unos instantes se paralizó, notando que la única calidez era la de las lágrimas que se deslizaban sin control por sus mejillas. El volumen atronador hizo que quisiese enroscarse sobre sí mismo en el suelo a llorar. Notó un aliento en la nuca, un ladrido particularmente feroz. Aterrorizado, Wei WuXian no se atrevió a mirar hacia atrás y confrontar a la bestia que podría estar —o no— a su espalda. Salió disparado hacia delante, corriendo como alma que lleva el diablo, como nunca había corrido en su vida. No tardó en quedarse sin aliento, y una promesa fugaz cruzó por su mente en mitad del pánico. Tenía que apuntarse al gimnasio.
Los perros estaban cada vez más cerca, o eso creía. Si estaba gritando o no, la verdad es que no era muy consciente, en su desesperada carrera, cerró los ojos. Al abrirlos, su visión volvió a empaparse de rojo, de sangre, muerte y llamas. Entre toda la luz y el humo, acabó por caer en los brazos de una figura envuelta en túnicas blancas, una majestuosa figura de otro tiempo. Y mientras él en pijama.
-¿L-Lan Zhan?
Lan WangJi lo miró, sus ojos tan fríos como si fuese otro cadáver más. Quizá que su única esperanza lo rechazase podría haber sido otro motivo de tortura, pero para aquel momento la mente de Wei Ying ya se encontraba demasiado sobrecargada. Llorando, ignoró todo el miedo y se lanzó a sus labios.
En cuanto se rozaron, el mundo se acabó. Después solo hubo oscuridad, sudor, y el reloj de su mesilla de noche marcando las tres de la mañana.
ESTÁS LEYENDO
Kissing [WangXian] [Mo Dao Zu Shi fanfic]
FanficA veces los abrazos se quedan cortos. Los besos también suelen, por eso a Wei WuXian le gustaba tantísimo pasar a palabras mayores, pero los besos es verdad que suelen ser capaces de dar una mejor definición del estado de una relación. ¿Eran amigos...