Si a Wei Ying le resultó extraño que Lan Zhan volviese casi dos horas tarde del trabajo aquella tarde, no dijo nada. No le molestó. En realidad, ni siquiera se llegó a dar cuenta. Habitualmente solían estar pendientes siempre el uno del otro y mandarse mensajitos melosos llenos de emoticonos innecesarios cada dos por tres, pero cuando llegaba la época de exámenes finales, las cosas se desmadraban. ¿Quién fue el graciosillo que dijo que dar clases era fácil? Vamos, venga, que yo lo vea, que igual tenemos que partirle las piernas. Maldito el día, pensaba Wei WuXian, en el que dije: "sí, claro, aceptaré el trabajo como profesor, será divertido". Ahora gracias a la idea de un sueldo extra tenía que hacerse cargo de los exámenes de los setenta alumnos que tenía en cada clase de biología molecular, y la impartía en tres carreras distintas. Al final, que su novio llegase a casa veinte minutos antes o tres días después de lo previsto era el menor de sus problemas.
Sin embargo, Lan WangJi tenía otra clase de cuestiones en mente. No se le notaba, porque a él nunca se le notaba nada, pero estaba nervioso. La pequeña cajita negra que llevaba escondida en el bolsillo de la chaqueta tiraba de él como si pesase tres toneladas. Sentía inseguridad, y eso que estaba convencido de que lo que pretendía hacer solo podía salir bien. Aunque cuando vio a su novio sentado en el taburete de la cocina corrigiendo exámenes, no pudo evitar tragar saliva. Wei WuXian estaba absorto en su trabajo, tan concentrado que ni siquiera se había dado cuenta de su presencia. Hacía unos años había decidido cortarse el pelo pero, aunque se mantenía en su elección, todavía le daba el largo para hacerse uno de esos bonitos moños medio deshechos que te entorpecen la visión más que aclarártela. Le quedaba precioso, ¿cómo no? Si al final, todo él era precioso.
No estaba seguro de que aquel fuera el mejor momento, pero tampoco se le ocurría ninguno más favorable en un futuro próximo y no estaba seguro de ser capaz de esperar más. Ni él, ni Jiang Cheng ni Jiang YanLi, que ya le estaban poniendo contra las cuerdas con el temita. Lan Zhan respiró hondo y se llevó una mano al bolsillo interior de la chaqueta, donde guardaba aquel regalo. Su movimiento atrajo la mirada gris del docente, que no tardó en levantar la cabeza y saludarle con una sonrisa cansada. Llevaba gafas para leer cuando corregía y cuando investigaba, y la forma en la que se resbalaban hasta la punta de su nariz era adorable. Aunque parecía agotado, el solo verle ya le causaba al abogado una alegría tremenda. Le quería, le quería con toda su alma. Le llevaba queriendo desde el instituto, desde que tenían quince años y parecía que en cualquier momento se iban a partir los dientes a puñetazos.
-¡Lan Zhan, has llegado! -Saludó Wei Ying con un tono que estaba al mismo tiempo cansado y activado-. ¿Sabes? Justo ahora estaba pensando en ti.
-¿Sí?
-Sí. Bueno, en ti y en las moléculas que componen el ADN, pero esa es otra historia. -Una risa alegre dejó esos finos labios pálidos. Wei WuXian se estiró todavía sentado, dejando escapar un ronroneo agradable al destensarse los músculos de su espalda-. Necesito un masaje.
-Puedo darte uno después de cenar.
-Si lo haces, te lo compensaré con el mejor oral de toda tu vida. -Incorregible. Daba igual el tiempo que pasase, lo era y lo seguiría siendo. Y a Lan WangJi le daba igual que llevasen unos dos años viviendo juntos en Alemania, algún otro par de pares en Europa y unos bastantes más de noviazgo, cuando le hacía esa clase de declaraciones, se sonrojaba hasta las orejas-. Pero no era eso en lo que estaba pensando. No, no. ¿Sabes? Creo que deberíamos casarnos.
Como era blanco como la leche, nadie podría decir que Lan Zhan había empalidecido notablemente. Claro que lo había hecho, pero solo su hermano podría darse cuenta. En cuestión de segundos se le había caído el alma a los pies. ¿Lo había adivinado? ¿Cómo? ¡Era completamente imposible! ¿Había sido por llegar tarde ese día o por su historial de Google Maps en busca de buenas joyerías? ¿O quizá había sido por esa llamada que le hizo a Jiang Cheng hacía unas semanas pidiéndole consejo sobre el diseño del anillo?
-¿Lan Zhan? ¿Estás bien?
-¿Eh?
-No me mires así, por favor, que tampoco he confesado el brutal asesinato de mil personas en un ataque de ira. Y tienes cara de haber visto un fantasma. -Wei Ying rio con ganas, como si le estuviese gastando una broma-. A ver, si lo piensas, no he dicho nada del otro mundo. Llevamos como ¿cuánto? ¿Diez años saliendo juntos? Aquí en Alemania el matrimonio igualitario es legal y... quince días de vacaciones me vendrían de maravilla, la verdad.
-Quieres casarte conmigo por... ¿las vacaciones?
-Y porque te quiero con toda mi alma, bobo.
El abogado suspiró, parpadeó unas cuantas veces y volvió a suspirar. No era como lo había pensado exactamente pero ¿qué demonios? Le valía. Con tal de poder estar con ese desastre de persona toda la vida, le valía. Por eso rompió la distancia que los separaba y juntó sus labios en un intenso beso destinado a dejar a su pareja sin respiración. Con él le transmitió toda la alegría que no era capaz de manifestar, todas esas emociones que su corazón sentía con tanta intensidad pero de las que no sabía hablar como cualquier persona normal haría. Wei Ying, por suerte y con los años, se había vuelto un experto en leer sus besos y en descifrar todo lo que pretendía decirle con ellos. Por eso sonrió y le abrazó mientras sus bocas bailaban juntas, y por eso se quedó de piedra cuando Lan Zhan, sin separarse, presionó una cajita rectangular contra su pecho. Al abrir los ojos y verla, se le cortó la respiración. Y supo, idiota de él, que se había adelantado a lo inminente.
-Sí quiero, Wei Ying.
ESTÁS LEYENDO
Kissing [WangXian] [Mo Dao Zu Shi fanfic]
Hayran KurguA veces los abrazos se quedan cortos. Los besos también suelen, por eso a Wei WuXian le gustaba tantísimo pasar a palabras mayores, pero los besos es verdad que suelen ser capaces de dar una mejor definición del estado de una relación. ¿Eran amigos...