Una cena en familia podía significar dos cosas muy distintas, cada una peor que la anterior. Cenar con los Jiang era una cosa y —aunque si se daba la coincidencia y aparecía la señora Yu podían volar desde pullas a cuchillos— estaba acostumbrado, era su ambiente natural, incluso con celos y problemas de autoestima incluidos. Pero ay, amigo, cenar con los Lan era otro cantar. ¿En qué momento pensó que era buena idea aceptar la invitación de XiChen?
La cosa iba más o menos así: no habían llegado al postre y Wei WuXian ya había corrido al baño a esconderse. Para comprenderle no hay ni que recapitular, solo hay que pensar un poco. Primero tenemos a Lan Huan, Lan XiChen, el brillante estudiante de doctorado con beca completa por excelencia, especializado en Químicas y en medio de su tesis, toda una estrella donde las haya, amable, inteligente y calmado. Era el hombre perfecto, sobre todo para su hermano adoptivo y su temperamento explosivo. ¿La charla con él? Fácil, fluida y amigable, toda una delicia. Sabía casi de todo y comunicaba de esa forma tan maravillosa que no te hace sentir un inculto; Wei Ying había sacado unas muy buenas ideas de sus conocimientos para las investigaciones que tenía en mente. ¿El problema? Su familia. Sí, su familia, la familia de su cuñado y, por ende, de su novio, de su queridísimo Lan Zhan que tenía la misma habilidad manejando preguntas incómodas que Nie HuaiSang con una raqueta de tenis —y el tenis se le daba como el culo—. Estaba muy acostumbrado a que la conversación con su novio fuese escueta, pero cuando tienes al padre y al tío mirándote y juzgando cada uno de tus movimientos, pues la verdad es que agradecerías un poquitín de ayuda extra. Pero no, Lan WangJi no abría la boca, para no variar, fantástico. Eso con su padre no parecía ser el problemón del siglo. Ese hombre (cuyo nombre le habían dicho y cuyo nombre había olvidado en cuestión de segundos) parecía bastante calmado. No de trato fácil como tal, pero tampoco le descuartizaba con la mirada. En palabras textuales, solo quería el bienestar y la felicidad de sus hijos, aunque cierta amenaza velada en esas frases hacía que Wei Ying quisiera echarse a temblar. De la madre ni rastro, las mujeres parecían no existir en esa familia. En realidad la historia se la sabía, Lan Zhan se la contó en una de sus conversaciones post coito profundas. Al parecer su madre murió de una enfermedad rara, de estas que afectan a uno de cada cien mil, cuando tanto él como su hermano eran niños. Triste, pero cierto. En una estantería del salón de la casa del padre había alguna que otra foto de la familia feliz cuando ella estaba viva. Su sonrisa le recordaba a la que —según los que la conocieron decían— debía haber heredado de su propia madre. Quizá, pensó mientras temblaba sentado encima de aquel carísimo váter, se hubiese llevado bien con su suegra.
Ahora bien, que el padre tuviese el mismo salero que su novio, la verdad es que tampoco era para tanto frente al verdadero problema: su tío. Su tío que, curiosamente, además de ser también abogado, era catedrático en su universidad y le había gritado más de una vez, y de veinte, por correr por los pasillos. Cuando lo vio al entrar en la casa, con su horrorosa barba de cabra, pensó que le iba a dar algo. Ese hombre, Lan QiRen, lo odiaba por tantas cosas que la lista parecía eterna. Desde haber conseguido que a su ojito derecho le pusiesen alguna que otra amonestación en el instituto hasta haber hecho explotar algún que otro laboratorio. Le detestaba, parecía que iba a ahogarse en su propia bilis cada vez que lo veía. O que, de la descarga adrenalínica del ataque de ira, se le iba a parar el corazón. Según él, había seducido a su sobrino, y solo traería la desgracia a aquella familia. Tenía toda la cena para demostrarle que se equivocaba.
O la tuvo. Perdió toda oportunidad al correr a esconderse al baño durante el segundo plato. Quería llorar de lo patético y lo absurdo de la situación. Iba a llorar. Y entonces el corazón casi se le sale por la boca al oír unos golpes suaves sobre la inmaculada puerta blanca del cuarto de baño.
-¿Wei Ying? ¿Estás bien?
Que la voz al otro lado de la puerta fuese la de Lan Zhan, la verdad es que tampoco le hizo sentir mejor. Dio un respingo sobre sí mismo, antes de levantarse y mojarse las manos en el lavabo por hacer algo, por refrescarse. Tenía ganas de vomitar. Eso y una dificultad repentina para soltar sus típicos chistes y burlas.
-Perfectamente. -Mintió-. Salgo en un segundo.
Sin embargo, con lo que no contaba era con que su novio no se creyese ni una palabra. A ver, que llevaba diez minutos ahí metido, no hay que ser muy listo para sacar conclusiones. Lan WangJi se aprovechó de que la puerta no estaba atrancada y se coló en el cuarto de baño, cerrándola tras de sí. Wei WuXian volvió a pegar un salto del susto, justo antes de encarar al de letras con una sonrisa nerviosa.
-Estás pálido. -Constató el anfitrión-. Pasa algo.
Y no era una pregunta.
-Solo estoy un poco... nervioso. Mucho, la verdad. Al borde de un ataque de histeria. -Lloriqueando, el de ciencias se escondió esta vez en el pecho ajeno, dejándose abrazar y mimar como tanto le gustaba-. Creo que tu tío me odia.
-Solo es severo.
-Demasiado. Ahora ya entiendo por qué has salido así. -Muy levemente, el menor de los Lan frunció el ceño-. Lo siento, yo te quiero y esas cosas, pero menos mal que he aparecido en tu vida. Tu tío iba a convertirte en un amargado.
-Su educación y normas son por nuestro bien.
-Ya, ya, y todo lo que tú quieras. Si llegamos a tener hijos, de la educación me encargo yo.
Lan WangJi no supo muy bien cómo reaccionar, pero le pasaba a menudo. Por eso quería tanto a Wei Ying, por lo impredecible, por traer un soplo de aire fresco que se saltaba a la torera todas las normas habidas y por haber. Y por eso, escondidos de la mirada estricta de su familia, acabaron por compartir una serie de besos con sabor a secretismo y a sopa insípida en el cuarto de baño. Al final, Lan XiChen tuvo que ir a buscarlos.
Esa noche, Lan QiRen no le echó a patadas de milagro.
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Kissing [WangXian] [Mo Dao Zu Shi fanfic]
FanficA veces los abrazos se quedan cortos. Los besos también suelen, por eso a Wei WuXian le gustaba tantísimo pasar a palabras mayores, pero los besos es verdad que suelen ser capaces de dar una mejor definición del estado de una relación. ¿Eran amigos...