Desde mi libertad

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La emoción inundó aquella noche cada rincón del libertad. Yo me la pasé poniendo copas entre lágrimas y no sé cómo no rompí un par de vasos por quedarme pasmada mirándola y escuchándola. Tenía al público aturdido y atento a cada palabra de cada canción. Ella dio el doble de lo que seguramente podría dar por su estado, a veces veía como se retorcía y se tocaba las costillas, molesta. Pero el dolor le hizo crecerse y cantar con más rabia aún de lo que ya lo hacía.

Se despidió, de momento, y bajó del escenario con la ayuda de Ignacio. De camino a la puerta de los camerinos, la gente se deshacía en halagos con ella. Era increíble la pasión que había desatado en dos semanas que llevaba en Madrid, y lo cierto es que me alegraba mucho por ella ya que no tenía por qué volverse a París si aquí comenzaba a tener algo de público.

Detrás de la barra, solo podía pensar en ir a felicitarla, pero la gente aprovechaba el final del concierto para beber y estaba desbordada.

Pero también estaba feliz, porque había vivido un concierto de ensueño, porque Amelia se merecía ese éxito y porque el negocio de mi hermana iba viento en popa.

Cuando la cosa se tranquilizó un poco en la sala, avisé a mi cuñado y le pedí que me cubriera unos minutos para ir al baño. Y lo cierto es que no me faltaban ganas de ir, pero jamás lo pisé. Fui directa al camerino y llamé a la puerta efusiva.

Mi hermana abrió la puerta cautelosa, y me dejó pasar con una sonrisa.

Amelia estaba atendiendo a una familia amiga de uno de los dueños del libertad y se la veía tremendamente feliz. A los minutos los despidió mientras me agarraba de la mano.

- Luisi, ¿tú no deberías estar en la barra? – mi hermana interrumpió el abrazo que iba a darle a Amelia

- Que sí, pesada, que he dejado a tu marido un momento

- Y ¿A qué has venido, Luisita? – preguntó Amelia sonriente

- Pues a esto – la abracé – y a felicitarte, porque ha sido increíble, y ya me voy porque si no me riñen

Ambas rieron y antes de irme, Amelia me volvió a agarrar del brazo.

- Gracias por tu apoyo, Luisita, de verdad... eres un amor

- Gracias a ti por tu valentía Amelia – dije sincera – y por regalarnos estos ratos tan bonitos

- Anda venga, que al final me hacéis llorar – mi hermana estaba emocionada de ver que todo había salido tan bien – tira para la barra, Luisi – me empujó y vino tras de mí – ahora vuelvo, Amelia

Sabía que me estaba siguiendo por algo, y me di la vuelta para pararla.

- Me quieres decir algo ¿verdad? María he dejado la barra un minuto, no te agobies

- Que no es eso, Luisi – suspiró – no es eso...

- ¿Entonces?

- A ver... - miró a su alrededor para ver que no venía nadie – te quería pedir que no fueras tan efusiva con Amelia

- ¿Efusiva? – no entendía nada, pero la vergüenza me subió por todo el cuerpo - ¿está molesta conmigo?

- No, no... - agachó la cabeza algo superada, no sabía cómo abordar aquella conversación – pero bueno, Luisi, es simplemente que no deberías encariñarte mucho con ella

- Y ¿me puedes dar un motivo? No entiendo nada, María

- Pues no, cariño, no puedo darte un motivo ahora mismo, pero quiero que lo tengas en cuenta, por favor

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora