Quiero abrazarte tanto

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Era increíble como allí, cobijada en su regazo mientras acariciaba mi pelo con cariño, no era capaz de preocuparme por nada.

Y era perfectamente consciente que fuera, debido a que ya casi anochecía, Sebas podría estar extrañándose por mi ausencia.

Llamé a mi familia para que le pusiera una excusa cuando apareciese por allí, pero sabía que él se enfadaría de igual forma.

Pero es que a pesar de eso, estaba tan en paz con ella y aislada del mundo, que no me preocupaba la forma de solucionarlo todo en un futuro. Solo quería disfrutar del presente, por si me lo arrebataban, por si me sacaban de allí en cualquier momento. Me parecía inútil no respirar hasta el último resquicio de aire de aquel lugar. Un miserable segundo sin rozar su piel, me parecía de ser una autentica desagradecida.

Ella no dejaba de estar pendiente de mí. Pusimos música de fondo y nos recostamos en un colchón que colocamos cerca del escenario. Nuestras manos estaban entrelazadas y lo cierto es que no necesitaba mucho más, pero ella decidió cambiar de postura, seguramente por su molestia en el costado por los golpes. Yo me incorporé y la observé en silencio durante unos segundos. Me encantaba como éramos capaces de estar un largo rato mirándonos a los ojos casi sin parpadear, sin sentirnos incomodas ni cohibidas, era maravilloso hablar sin abrir los labios, solo observando ese punto que llaman, con mucho acierto, el espejo del alma. Y nuestras almas estaban en un continuo vaivén de emociones, pero en aquel momento eran felices y estaban en paz.

En un instante de despiste, se acercó con un poco de dificultad y me sujetó de las mejillas para besarme de esa forma tan cuidadosa a la que me tenía acostumbrada. Sus labios se afianzaron a los míos con fuerza, pero pasados unos segundos, el beso se convirtió en algo más que una muestra de cariño, diría que daba carpetazo a algo que yo desconocía, pero que me producía una tremenda curiosidad.

Había sentido muchas cosas besando, pero jamás esa sensación de querer fundirme con alguien en un solo cuerpo. Creó en mí una necesidad de abrazarla fuerte y no soltarla hasta que dejásemos de sentir como dos seres individuales.

Tenía veinte seis años y estaba conociendo lo que era el deseo. Aquella noche, en la que Sebas iba a romper todas mis ganas de seguir siendo mujer, sin esperarlo, sin planearlo y sin pretenciones, Amelia, entre detalles sutiles, no quería dejar aquel beso en un gesto sin fundamento.

Al ver como se incorporaba para sentir el contacto con mi pecho, entendí que aquella intención iba más en serio de lo que me imaginaba. Al verme algo agobiada, se retiró para mirarme a los ojos y comprobar que estaba bien.

- Amelia, yo no...

- ¿Tienes miedo? – Recogió mi pelo y me acarició despacio – podemos dejarlo para otro momento si no te sientes preparada, no tengo ninguna prisa, mi amor

- Sabes que contigo no tengo miedo nunca

- ¿Pero?

- Pero no quiero decepcionarte, Amelia, yo no tengo ninguna experiencia ¿y si te parezco una torpe?

Ella soltó una carcajada y se colocó la melena a un lado de su cuello. A mí me dejó sin aliento y muy perdida, jamás había sentido esos escalofríos al ver a una mujer.

- Luisita, yo no voy a juzgarte – me volvió a besar – solo quiero demostrarte que esto puede ser aún más maravilloso de lo que ya lo es, quererte de otra forma... déjame a mí ¿sí? – esa medio sonrisa y esos ojos achinados implorando mi permiso me superaban, nunca pensé vivir algo tan intenso

Ella se colocó a mi espalda y comenzó a besar mi cuello con sutileza mientras desabrochaba la cremallera de mi vestido. Mis ojos se cerraron y mi cuerpo comenzó a estremecerse con el contacto directo de nuestras pieles.

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora