Ángel para un final.

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— Abuelo ¿Qué hace con el mandil puesto?

— Ya ves, charrita, hoy me han dejado ponerme lo que quisiera y es así como me siento yo de verdad.

— Es usted un caso — reí secándome las lágrimas.

— ¿Cómo estás, hija?

— Pues no muy bien porque mire, aquí estoy hablando con usted.

— Siempre has tenido una sensibilidad especial, Luisi, por eso quería hablar solo contigo.

— ¿Y ahora qué, abuelo?

— Ahora toca ser feliz ¿te parece poco? — dijo con su ceja enarcada. — Yo ya te estoy viendo entre bambalinas, rodeada de música y de amor, más contenta que unas pascuas.

— Pero sin usted...

— De eso nada, yo voy a ir allí donde estés tú siempre, charrita.

— ¿De verdad?

— Sí, siempre que tú quieras llevarme contigo, claro.

— Ayer estaba despidiéndome de Amelia y de repente...

— Tu abuelo es muy listo, no iba a dejar que eso pasara — sonrió y yo hice lo mismo. — Hay que saber cuándo apagar tu luz para que brillen los demás ¿recuerdas?

— Sí, debería haber tenido más en cuenta aquella conversación y saber que usted no da puntada sin hilo. Y entonces... ¿cómo está? ¿Cómo se encuentra?

— Tranquilo y en paz, Luisi. Puedo respirar y parece que tengo una inmensidad dentro de mí.

— Pues yo ya no necesito saber más — Suspiré — gracias, abuelo.

— Quiero que hagas una cosa.

— Claro, dígame.

— Pídele a Amelia que me cante esa canción que una vez hablamos, sólo dile eso.

— Ah osea, que tenían secretitos y no me decíais nada, qué bonito...

— Ya sabes, nuestras charlas musicales daban para mucho ¿se lo dirás?

— Claro que se lo diré. Vendremos aquí y le cantará lo que sea que hablaran.

— No hace falta que vengáis aquí, yo os escucharé dónde estéis.

— Está bien.

­— Dile cuanto antes que vas a irte con ella, la pobre tiene una congoja que no merece y no va a preguntarte ahora cuáles son tus planes, no quiere agobiarte por nada del mundo.

— Abuelo es que... me da tanta cosa dejar a mi familia.

— Hija, tu familia va a estar bien, y tú no te vas al fin del mundo, seguro que puedes volver mucho más a menudo de lo que imaginas.

— Ya...

— Toca mirar por ti y por tu felicidad, hazlo por mí, por favor.

— Está bien, lo pensaré al menos.

— Tienes la cabeza tan dura como...

— ¡Como mi abuelo! — Ambos reímos.

— Cómo tu abuelo, sí... pero en serio...

— Que sí, abuelo — le interrumpí — Que me iré con Amelia, si es lo que más quiero en el mundo. Es solo que me da miedo el comunicarlo y ver como se lo toman todos.

— Me alegra mucho saber que en el fondo lo tienes claro, y quédate tranquila por tu familia, se lo tomarán bien si es por tu felicidad. Y no te olvides de cuidar mucho a Amelia y al pequeño gabacho también.

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora