- La han detenido, anoche, en el local dónde canta – mientras su sonrisa se encendía, mi rostro seguramente empalidecía a la misma velocidad – el marido de una mujer con la que estuvo la denunció por petición de mi padre, y yo, voy a mover algunos hilos para que no salga de la cárcel
- No me lo puedo creer – me tapé la cara con las manos durante unos segundos – eres un malnacido, Sebas...
- Pero, Luisita... ¿qué dices?
- ¿Cómo puedes hacerle algo así a tu hermana? – grité más de la cuenta - ¿te da igual que se pudra en la cárcel?
- Pues sí, no solo me da igual si no que me alegra, es lo que merece por hacerle tanto daño a mis padres... ¿acaso tu no harías lo que fuera por ver a tus padres felices?
- Sí, siempre que fuera lógico, si mis padres no fueran felices por ese motivo hablaría con ellos y les haría ver que Amelia es una chica normal, que piensa y ama libremente y...
Caí en mi metedura de pata y me quedé callada con cara de terror
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En mi cabeza comencé a hilar cosas con una velocidad que daba miedo, intenté controlarme para no mencionar su nombre y hacer a Sebas confirmarme lo que yo ya había confirmado por mí misma. Pero los nervios hicieron que se me escapara de esa forma tan idiota, y ahora no sabía cómo salir de ahí.
- ¿Te he llegado a decir alguna vez que mi hermana se llama Amelia? – frunció el ceño extrañado
- Sí, el otro día me lo dijiste – improvisé – me gusta mucho ese nombre y no se me olvidó
- Ya... bueno, pero igualmente no tienes razón, Amelia no es una persona normal, tu no la conoces
- ¿Dices que no es normal porque no piensa como tú? ¿Por sus ideas políticas? ¿Por qué está cumpliendo sus sueños a pesar de que su familia la repudia por ello? ¿O porque le gustan las mujeres?
- Pues por todo, Luisi – rio sarcástico – si es que tú misma lo has enumerado todo muy bien, no hace nada normal
- El problema es la gente que piensa que eso no es normal, pero hay mucha gente así, escondida por supuesto
- Creía que ibas a alegrarte por haber solucionado todo esto, y no haces más que reprocharme cosas ¿Qué te pasa?
- No puedo alegrarme por meter entre rejas a alguien que no le ha hecho daño a nadie
- Hace daño a mi familia, a la sociedad que tiene que ver ese tipo de cosas por la calle
- ¿Ese tipo de cosas? ¿Te refieres a dos personas queriéndose? – me estaba enfadando cada vez más
- Eso no es quererse, Luisita, es vicio
- Estás muy equivocado, Sebas, y no me gusta nada que pienses así
- Pienso como piensa la mayoría de la sociedad, cariño – me agarró de la mano y sentí repugnancia – ya aprenderás
- Yo no tengo nada que aprender – retiré su mano – igual tendrías que hacerlo tú – me levanté – deberías de ser un poco más humano, porque a mí no me compensa estar con alguien que se alegra de las desgracias de los demás, y más preocupante aun sabiendo que se trata de tu hermana
- Pero ¿Por qué te pones así?
- Me voy, cuando reflexiones un poco sobre lo cruel que eres vuelves a llamarme, mientras tanto no me cuentes nada más de tu hermana ni de tu familia
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Ella. Luimelia.
Hayran KurguLas cuatro paredes del libertad 8 son testigos de canciones, ideas e historias que aún deben estar escondidas.