Lo que me dice tu boca

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- Luisita, hija, que estás en babia, despierta – mi madre chasqueó sus dedos en mi cara – que Amelia está aquí

- Ah, sí, no me había dado cuenta – reí, pues el motivo de mi distracción fue ella – Hola, Amelia

- Os dejo solas, que voy a vestir a tus hermanos

- Vale

Mi madre dejó mi habitación y cerró la puerta por fuera. Amelia se acercó a mí con un gesto precioso y mirándome atentamente de arriba abajo, pero también con algo de miedo, ya la conocía.

- Madre mía, Luisita

Yo me giré para mirarla sonriente.

- ¿Qué?

- No me salen las palabras – contestó

- Venga va, yo creo que algo saldrá... inténtalo

- ¿Quieres casarte conmigo? – preguntó riendo y susurrando y yo reí también

- Sí, quiero – me miró fijamente y tragó saliva – me casaría contigo todos los días de mi vida, así vestida, en pijama, con delantal... de cualquier forma – susurré yo también

- Pero conmigo jamás vas a tener una boda de verdad, cariño – soltó triste

- Me da igual, esto tampoco es una boda de verdad ¿no lo ves?

- Dime que saldrá bien, Luisita, por favor, estoy asustada

- Va a salir bien, mi amor, de verdad – la agarré de las manos comprobando que la puerta seguía cerrada – está todo controlado

- Estaré escondida detrás de la iglesia esperándote, tengo tantas ganas de ver como se lo llevan detenido... - me miró con un poco de culpa – ya sé que es mi hermano y que es cruel que diga esto, pero me lo ha hecho pasar tan mal...

- Más cruel es lo que él te ha hecho a ti, no te sientas mal por desearle algo así

- Ya...

En ese momento, Amelia se sobresaltó al escuchar la puerta de mi habitación y aparto bruscamente sus manos. Era mi hermana Lola, que me metía prisa.

Caminé por el pasillo de mi casa con una sensación sumamente extraña hasta llegar al salón, donde toda mi familia me esperaba con un gesto inquietante. Tenían que disimular normalidad delante del fotógrafo que habían contratado, pero estaban tan nerviosos como yo, o más.

No fui la típica niña que soñaba cada noche con el día de su boda, pero si es cierto, que debido a que mi madre no dejaba de repetirme lo importante que era ese momento para la vida de una mujer, sí que me lo imaginé muchas veces.

Y sin duda no tenía nada que ver con aquello que estaba viviendo esa mañana.

Durante las fotos sonreía con naturalidad. Ver a mis hermanos pequeños revolucionados con las arras me ponía de buen humor, y cada vez que el fotógrafo me pedía que sonriera aún más, yo miraba a Amelia que lucía preciosa apoyada al marco de la puerta y con los brazos cruzados observándome.

- Falta tu amiga – dijo el fotógrafo señalándola

- Eh, no, no... yo no – contestó Amelia tímida

- Que si mujer, venga, ponte con Luisi – dijo mi padre empujándola

Yo me mordí los labios pensando cómo ponerme mientras la veía acercarse y recogerse los rizos.

- Tranquila – susurré – ven, ponte en este lado

- A ver chicas, acercaros un poco más, que parece que mordéis

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora