Secreta mujer

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Los días pasaron y tuve que acostumbrarme a convivir con mis sentimientos y a no airearlos de ninguna forma. Mi abuelo intentó varias veces sacarme el tema para ver si había avanzado algo, pero siempre le rogaba que lo dejara estar, que dolía demasiado y necesitaba reposar todo lo que había descubierto dentro de mí.

Con Amelia intenté no volver a hablar tampoco del supuesto Anselmo. Cada vez que me acordaba de aquella mentira, reía por no llorar. Fue patético escapar de la verdad de esa forma, pero al menos estuve más o menos rápida y ni siquiera pudo sospechar que era una gran tapadera.

Por otra parte, me preocupaba un tema que casi se me había olvidado en esos días: Mi novio. Porque si, andaba preocupada por un amor que jamás lograría, cuando yo aún estaba emparejada y lo que más urgía era encontrar la forma más llevadera posible de terminar con Sebas. Supuse que no tardaría mucho en llegar, y, por tanto, tenía que ir pensando en afrontar esa situación.

Además, esa noche volvíamos al libertad. Lo echaba de menos, pero me producía una sensación rara la idea de regresar. Allí empezó todo, allí la conocí, y allí volví a ser yo... pero estaba segura de que ahora la tristeza se apoderaría de mí mientras la escuchara cantar. Me conocía y sentir algo diferente me desconcertaba tanto que me ponía triste. Podría centrarme en la amistad que tenemos y en la seguridad de que jamás nos íbamos a separar la una de la otra, pero la realidad era que yo quería algo más, y eso hacía mucho daño.

Pero me enfundé la coraza y me centré en lo importante, que era hacer el primer concierto del libertad 8 después de la muerte de Franco, siendo un poco más libres que antes. Tenía que ser una noche especial, también por ella, por Amelia, por todo lo que había sufrido y por las ganas que tenía de volver a subirse al escenario.

El día pasó rápido y yo me fui a casa a arreglarme. Estaba casi terminando de cogerlo todo, cuando encontré a mis padres en la mesa del salón, con un cuaderno y con cara de preocupación.

- ¿Todo bien? – dije con miedo

- Bueno, todo lo bien que se puede estar cuando las cuentas no te salen – dijo mi padre – pero saldremos de esta

- No sé yo, Marce, ya hemos salido de muchas y nunca de una tan mala, tengo que encontrar un trabajo... - mi madre siempre era la realista de los dos

- ¿Necesitáis dinero? – pregunté – tengo algo ahorrado de lo que gano en el local de María

- No cariño, eso te lo guardas para la boda, que, por cierto, a ver si es pronto y tu marido puede darte todo lo que no te damos nosotros, que se nos parte el alma de verte trabajando todo el día en el Bar

- Mamá, yo trabajo en el bar encantada y lo de la boda... - suspiré – bueno, ya hablaremos de eso, ahora tengo que irme

- Adiós hija

Y ya lo que me hacía falta... salir con ese mal sabor de boca de mi casa. Si había algo que no soportaba era ver a mis padres pasarlo mal. Y parecía que algo en la economía fallaba y que las cosas estaban más apretadas de la cuenta. Mi madre me repetía que había acertado emparentándome con Sebas porque no me iba a faltar de nada con él. Ese pensamiento antiguo no era propio de mi madre, que había estado trabajando toda la vida, pero supongo que cuando se trataba de sus hijos solo miraba por nuestra felicidad y conseguirla de la manera más fácil posible.

A veces sentía que necesitaba una conversación con ella. Sentarnos y contarle que yo quería ser una mujer libre e independiente y que mi propósito en la vida no era casarme y estar a expensas de mi marido. Es cierto que durante mucho tiempo pudo pensarse que estaba dispuesta a pasar por ahí, con resignación, por supuesto, pero si no fue capaz de darse cuenta que durante ese tiempo no fui feliz, es que apenas estaba pendiente de mí.

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora