Libre te quiero

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Los días pasaban despacio sin saber con certeza cuál sería la suerte de Amelia. Quintero trabajaba duro para poder sacarla de aquel lugar tan horrible, y también intentaba por todos los medios conseguir permisos para visitarla asiduamente y que no se sintiera sola. Pero nada era tarea fácil en aquellos tiempos tan revueltos e injustos.

Yo, por mi parte, intenté alejarme de Sebastián todo lo posible. Me causaba repugnancia acercarme a él, y, sobre todo, verle feliz por la desgracia de su hermana. Él, como es lógico, no entendía mi indignación, y aceptó de mala gana mi distanciamiento gracias a la colaboración de mi padre. Que a veces (muy contadas) acertaba metiéndose dónde no le llamaban.

Tenía la necesidad de estar ocupada cuánto más tiempo mejor, porque realmente me angustiaba pensar en la injusticia y la situación de Amelia, y por eso, me pasaba en el Asturiano más horas que mi propio abuelo.

- Charrita, ¿Por qué no te vas a descansar? Anda...

- Que no abuelo, que no tengo nada que hacer en casa – refunfuñé harta, siempre lo intentaba

- ¿Se sabe algo de tu amiga? – le conté todo a mi familia, era lo lógico viendo que me estaba afectando tanto - ¿Ha podido Quintero conseguir ese permiso?

- No lo sé abuelo, tengo que esperar a que venga a decirme algo, por eso no quiero moverme de aquí

- Bueno – acarició mi espalda – ya verás cómo hoy va a ser el día de las buenas noticias

- Espero, abuelo, espero...

A última hora, se congregó allí toda mi familia muy feliz para anunciarnos y celebrar que mi hermana Lola estaba embarazada de nuevo y que volvía a Madrid. Me era imposible unirme a tanta felicidad, pero me tranquilizó mucho ver que al menos, mi familia estaba bien y sobre todo, ver la sonrisa de mi madre, que me daba la vida.

Mi hermana María se acercó a mí

- ¿Qué? Nos toca volver a luchar por el puesto de mejor tita

- Sabes que no tengo que luchar nada, te ganaré, se me dan genial los niños – reímos – oye... - cambié el tono - ¿Dónde está Ignacio?

- Está en el local, estamos organizando algo, Luisi – esbozó una sonrisa – mañana te cuento

- ¿En el local? ¿No es arriesgado?

- Ya sabes que a mí el riesgo no me preocupa demasiado – bebió un sorbo de vino – mmm... por cierto Luisi, me ha dicho Quintero que vendría a contarnos novedades esta noche

- Pues aquí no ha venido nadie – dije nerviosa

Ella miró su reloj

- Bueno, aún es temprano, Quintero no cierra el despacho hasta tarde, ten paciencia

Mi madre se acercó a mí y me abrazo

- Ay cariño ¿no estás contenta? Que vuelve tu hermana favorita

- Bueno, bueno... eso de su hermana favorita es discutible ¿eh? – mi hermana María se picaba tanto con ese asunto, que sabía que mi madre había sacado el tema para verme sonreír

- Te lo vas a tener que currar el doble ahora – solté en una carcajada

- Ay – mi madre me recogió el pelo de la cara – esto era lo que necesitaba para ser feliz, verte sonreír un poquito, mi niña

- Tranquila mamá, estoy bien – la agarré fuerte de la mano – y estoy muy feliz por Lola

- Ejem... - María me abrazó por detrás – ya hablaré yo con Lola, ya

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora