Mentiras

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Ahora entendía que posiblemente mi necesidad no era enamorarme, sino destapar que ya lo estaba. Porque ni yo misma lo sospeché. Al final los prejuicios van intrínsecos y aunque luches por deshacerte de ellos, te cortan hasta tus propias alas. Si yo hubiese sentido lo mismo que sentía por ella, por un hombre, no tendría ninguna duda desde el primer momento, sin embargo, esto me complicaba la existencia.

No solo tendría que lidiar con algo prohibido, también tenía novio aún y una familia que no sabía cómo iba a tomarse algo así. Era difícil de explicar e incluso difícil de sentir. Pero por otra parte creo que era una idiotez negar algo que era evidente, era de cobardes, y yo no era ninguna cobarde...

Ahora sentía igual que Amelia, pero no por eso me encontraba más cerca de ella. Como amiga debería de animarla a luchar por esa persona de la que estaba enamorada, a pesar de que yo lo que creía que debía hacer ahora es luchar por ella. Una contradicción más en mi vida, pero seguramente, como siempre nos ha pasado a los Gómez, el corazón iba a poder conmigo.

María estuvo ayudándonos esos días en el bar. No querían volver a abrir el libertad hasta que no se asentara toda la situación de la muerte del Chaparro. Amelia seguía instalada en casa de mi hermana y se pasaba el día buscando un piso por el barrio.

Yo andaba especialmente despistada desde que me revelé a mí misma mi propio secreto. No sabía cómo afrontarlo y la idea de encontrarme con ella me aterraba. Me consideraba una persona excesivamente transparente y seguro que me notaría rara a la primera de cambio.

De hecho, mi familia ya estaba empezando a darse cuenta de que algo me pasaba. Antes de todo esto del libertad, era una Luisita triste y apagada, pero nunca me faltó picardía y agilidad en el trabajo, sin embargo ahora brillaba bastante por su ausencia.

Y ya era el tercer vaso que casi acaba en el suelo...

- Luisi... - mi hermana me miró preocupada y noté como mi abuelo le reprendió con la mirada, esta respiró hondo – voy a dejar estos cafés y nos tomamos un descanso ¿Vale?

- No puedo, María... tengo las tortillas a medio hacer – dije mientras veía como ella salía por la puerta sin hacerme ni caso

- Yo me encargo de las tortillas charrita – intervino mi abuelo – tomate un descanso con tu hermana, te va a venir bien

- Lo siento abuelo, siento estar así... no sé qué me pasa – si que lo sabía, y por eso casi se me escapa una lágrima – te prometo que voy a intentar espabilar

- Yo creo que sabes muy bien lo que te pasa y que algo hay rondando por esa cabecita, pero entiendo que no se lo quieras contar a este vejestorio – suspiró – yo solo espero que no sea nada grave y te quite pronto esa carita de mustia – me acarició las mejillas

- No diga eso, abuelo, si sabe que yo se lo cuento todo...

En ese momento entró mi hermana

- Vamos Luisi, nos ponemos un par de refrescos y nos vamos a que nos dé el sol un rato a la terraza ¿te parece?

- Vale – dije cabizbaja

Vi como ella se dirigía a la mesa más solitaria de toda la plaza para no tener a nadie alrededor. Eso me inquietó.

- A ver cariño – agarró mi mano – voy a ir al grano, me he dado cuenta que estás así desde aquella conversación con Lola y conmigo

- ¿Eh? ¿Qué conversación?

- Luisi... - levantó una ceja – no te hagas la tonta que soy tu hermana y te he criado, te conozco mejor que tú

- Tampoco es muy difícil eso – musité y di un sorbo al refresco

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora