Para ti

3.4K 162 38
                                    


Aquella noche dormí tan bien...

Y es que hasta soñé bonito, que hacía tiempo que no me ocurría. Mi cabeza oscilaba entre el escenario del libertad y los camerinos. Todo fueron imágenes preciosas de mis abrazos con Amelia, y, por supuesto, con su voz de banda sonora.

Y me costaba mucho asumir que aquel sueño se había hecho realidad. No me podía creer que lo que tanto necesitaba en mi vida, hubiese llegado, por fin.

La ilusión y el amor tenían que ir de la mano, si no, algo estaba fallando. Eso es algo que me quedó claro en aquellos días. Yo creía que querer era acostumbrarse, encariñarse, conformarse teniendo en cuenta que éramos afortunados por haber encontrado a otra persona dispuesta a hacer lo mismo con nosotros. Pero no, querer era mirarse a los ojos y prometerse la vida.

Yo miraba a Amelia y entendía que era inútil tener miedo. Que me aseguraba con hechos que ella se quedaría a mi lado siempre, y sé que sabía que yo también estaba dispuesta a dar un pulmón por verla bien.

Eso si era querer. Abrazarse y sentir que tenías un motivo por el que estar en esta vida. Sentir la misma energía de la otra persona cuando agarras sus manos.

El teléfono tronando en el salón rompió con mi momento de apurar minutos en la cama.

Recordé que estaba sola en casa y me levanté corriendo, o intentándolo, para que no colgaran.

- ¿Sí?

- Luisi, cariño, ven a mi casa, rápido

- ¿Qué pasa, María? – de repente me asusté tanto que tuve que sentarme

- No puedo ahora pararme en contarte, Luisi, ven a casa y no preguntes más

María colgó sin decir nada más y yo me quedé petrificada en el sofá. Por mi cabeza pasaron mil imágenes y ninguna agradable. Cuando volví en sí, me vestí todo lo rápido que pude y salí corriendo para allí.

Al llegar, mi cuñado abrió la puerta y me detuvo. Me agarró de los brazos y me miró a los ojos muy serio. Estaba cansado y pude verle una mancha de sangre en el cuello.

- Escucha Luisi, tienes que mantenerte fuerte ¿vale? Hemos pasado un susto, pero Amelia tiene que...

- ¿Amelia? – sentí como me quedé pálida - ¿Qué le ha pasado? Otra vez no Ignacio, otra vez no... - le empujé, pero él volvió a detenerme – escúchame cariño, escúchame – me agarró de la cara esta vez – Nos la hemos encontrado en la calle, tirada en el suelo y con una herida de navaja

- ¿Qué? – me mareé y tuve que sujetarme a él – déjame verla

- Para, por favor – suspiró – está bien, está descansando. Hemos llamado a un médico amigo nuestro y la ha curado. También tenía golpes en la cara y en los brazos, parece que se ensañaron con ella. No hemos querido llevarla a un hospital por si han vuelto a denunciarla – bajó la voz – puede que os hayan visto, Luisi

- No, Ignacio, eso es imposible, hemos tenido mucho cuidado

- Bueno, yo solo te pido que cuando la veas tengas cuidado, no la agobies y mantente fuerte, te va a necesitar, Luisita

- Vale – suspiré – gracias Ignacio – le miré - ¿desde cuando lo sabes? Lo nuestro – dije en voz baja

- Me lo contó María – acarició mi mejilla con cariño y secó una lágrima que me caía veloz – tienes todo mi apoyo, que lo sepas

- Gracias Ignacio – le abracé

- Están allí, en el cuarto de invitados, pasa

Mi hermana y mi cuñado me conocían demasiado. Sabían que mi reacción momentánea sería salir corriendo y llorar y gritar como una desconsolada. Así que aquel momento era necesario. Intentó tranquilizarme y, en parte, lo consiguió.

Ella. Luimelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora