Capítulo 3 - Castigos y órdenes

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Lautaro Alarcón pasaba sus manos por su rostro, se humedecía con agua y suspiraba agotado aún cuando faltaba una hora para que su turno terminara

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Lautaro Alarcón pasaba sus manos por su rostro, se humedecía con agua y suspiraba agotado aún cuando faltaba una hora para que su turno terminara. Salió del baño de la estación policial, con el cabello algo mojado pero peinado a la perfección.

Se acercó a su escritorio, tomó asiento y sacó un gran archivador que tenía desordenado, había dejado bastante papeleo por archivar acumulado, quizás poniéndose al corriente la hora pasaría más rápido.

—Hey inepto —apareció Mckay, un chico de la misma edad que Lautaro, pero pelinegro, moreno y con un humor y actitud que a Lau le molestaba un poco —¿Qué vas a hacer este fin de semana?

—Trabajar —dijo —nuestro descanso termina el viernes.

—Pienso que sería buena idea despedir nuestro descanso con un par de cervezas en el bar, ¿Qué dices? Los chicos también irán.

—No lo sé.

—No seas perdedor.

—Bueno... —dijo Lautaro, agotado por la insistencia y el hecho de que la conversación le quitaba el tiempo para archivar —Lo pensaré ¿Si? Gracias —siempre tan amable.

—De acuerdo, inepto —Mckay caminó hasta la recepción de la estación policial y dejó solo al rubio, quien ordenando unos papeles se encontró con el registro de Eduardo Bernasconi del 1 de enero de 2020.

—Eduardo no estaba ebrio —rió mientras leía los papeles —Que gracioso.

—¿Quién es gracioso? —Mckay estaba frente a él.

—¿En qué momento apareciste de nuevo?

—El jefe dice que nos podemos ir, vengo a avisarte.

—¿Es en serio?

—Sí —Lautaro sonrío por primera vez en el día, tomó sus cosas y junto a otros compañeros de la estación de policía fue que salió y caminó para tomar el metro. Varios de los hombres que lo acompañaban se fueron primero que él, quedando solo Lautaro y Mckay.

—¿Pensaste lo del día viernes?

—Aún no, pero creo que debería aprovechar mi día libre para pasar tiempo con mi...

—¡Oh mi metro! Lo siento, me hablas luego de eso que no me importa mucho, nos vemos el sábado —Lautaro solo rodeó la mirada algo molesto, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón azul marino y empezó a esperar a que su metro llegara.

Mientras pasaba el tiempo, miraba hacia todas direcciones por si Eduardo aparecía, pero no, en ese momento Edu ya estaba en su casa, comiendo una manzana mientras miraba aburrido su móvil buscando con quien hablar.

Al llegar a su casa, la madre de Lau estaba terminando la cena, el chico le sonrió, le tomó de la cintura y le besó la mejilla.

—Hola Mamá, ¿Cómo estás?

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