Capítulo 27 - No tú

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Algunas veces Eduardo era vanidoso, no era raro en él que se pasara más tiempo del normal viéndose en el espejo, analizando si sus pestañas eran lo suficientemente largas, si su cabello se veía desordenado—peinado o desordenado—desordenado (solo é...

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Algunas veces Eduardo era vanidoso, no era raro en él que se pasara más tiempo del normal viéndose en el espejo, analizando si sus pestañas eran lo suficientemente largas, si su cabello se veía desordenado—peinado o desordenado—desordenado (solo él se entiende eso) o si el color de sus ojos eran demasiados oscuros para su gusto.

Dejando eso de lado, el pelinegro se acercó al reloj de su cuarto para ver qué la hora, al notar que estaba algo atrasado para la Universidad se dejó caer una sudadera negra, humedeció sus labios y salió de su casa para conducir.

Llegó a la Universidad a las diez de la mañana, justo a tiempo cuando estaba por empezar su clase. Josefina tomó asiento a su lado y Augusto entró al salón sin conocer a nadie, le habían reestructurado definitivamente su horario y compartiría clases con Edu algunas veces a la semana, en su mayoría inglés, matemática avanzada y computación.

Al ver que Omar estaba sentado al final de salón, sonrío de forma disimulada y fingió desinterés mientras caminaba para tomar asiento con él, pero una chica cualquiera que ni siquiera hablaba a Omar le ganó el asiento y Augusto se quedó al medio del salón, buscó otra silla libre con algo de decepción y lanzó sus cosas sobre la mesa mientras exhalaba con cansancio y se frotaba la mirada al ver que estaba solo.

—Hola —le saludó Eduardo, quien estaba sentado detrás de él, Josefina le miró extraña ya que Edu no solía hablar con nadie más —¿Augusto?

—Si —dijo el chico curioso —¿Me conoces?

—Soy Eduardo, tu Padre es mí...

—¡Eduardo! —exclamó con una sonrisa —Mi Padre me ha hablado de ti un par de veces, es un gusto conocerte.

—Bueno... ella es Josefina, mi mejor amiga.

—Hola cariño —sonrió con las mejillas sonrojadas.

—Hola —respondió él feliz, el profesor de la clase entró al salón y los chicos dejaron de charlar. Al terminar, las palabras de Rodolfo sonaban en la mente de Eduardo, así que invitó a Augusto a tomar un café por el desayuno y el chico aceptó con mucho gusto.

Mientras hacían la fila en la cafetería, Augusto miró a lo lejos y encontró a Omar a solas en una mesa, se mordió sus labios mientras sentía un vacío en su interior, al estar con Eduardo y Josefina se sentó con ellos pero no lograba apartar la mirada del pelinegro que estaba a cuatro mesas de distancia.

Omar bostezaba de cansancio ya que llevaba casi dos semanas entregando pizzas hasta altas horas de la madrugada, su tiempo de sueño era muy limitado si considerábamos que Omar llegaba estudiando algunas veces, durmiéndose a las cinco de la mañana para despertar a las siete, no era para nada algo sano.

—¿Tierra a Augusto? —dijo Josefina —¿Qué te pasa?

—Nada —rió. Josefina no se quedó con esa respuesta, se volteó y trató de encontrar a qué persona observaba tanto el moreno, Eduardo rodeó la mirada y se disculpó, poniéndose de pie para ir a buscar otro té, la temperatura del día era bastante helada —¿Te hago una pregunta? —le dijo Augusto a una curiosa Josefina.

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