Capítulo 34 - Todo/Nada bajo control

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Con un ruido informando su llegada, Eduardo empujó la puerta de casa y entró, su Padre apareció desde su habitación y se acercó a ayudarle.

—¡Hola! —exclamó feliz —¿Qué tal ha ido todo?

—Bien —dijo Edu sonriendo.

—¿Bien? ¿Solo eso? ¡Edu! Cuéntame que tal todo.

—Todo muy bien Papá, lo prometo —Eduardo dejó su bolso en el sofá y caminó a la cocina para sacar algo de beber, eran las nueve de la mañana, los chicos habían regresado temprano ya que Lautaro debía volver a trabajar —Voy a ir a mi cama un rato, a las 11 tengo clases en la Universidad.

—¿Quieres que te lleve? Hoy he pedido el día.

—Bueno... de acuerdo, te lo agradecería, te aviso —Edu le asintió a su Padre y luego subió las escaleras, se dejó caer en su cama y cerró los ojos, sabía que no iba a dormirse, solo quería descansar un momento.

—¡¡Hola!! —Tadeo saltó en la cama del chico y lo hizo espantar —¿Qué tal todo? ¿Mi idea fue buena?

—Joder —dijo Edu algo desconectado —Me asustaste.

—Lo siento —agregó preocupado —¿Qué tal todo?

—Bien —respondió —Gracias por la sugerencia.

—¿Por qué suenas sarcástico? ¡Edu! Quiero detalles, ¿Lo hiciste ya con el poli?

—No voy a decirte eso —Eduardo le lanzó una de sus almohadas y Tadeo se abrazó a ella.

—¿Por qué no? Somos hermanos, podemos contarnos todo ¿Cierto?

—No voy a contarte de mi vida sexual, que raro.

—Yo te conté cuando perdí mi virginidad.

—Yo no te lo pedí —rió Edu —Pero sé que no vas a dejar de insistir —Tadeo asintió orgulloso —No, no lo hice.

—¿Por qué no?

—Llevamos muy poco tiempo.

—Ustedes no tienen 11 once años, Eduardo ¿Tú sigues siendo virgen? —Edu estacionó los ojos en cualquier parte, su corazón se detuvo y no supo que responder —¿Edu?

—Si —susurró.

—Pero... ¿Le tienes miedo a algo o...? Digo, a esta edad casi nadie es virgen.

—Pues yo lo soy —dijo Edu fingiendo orgullo —Quiero esperar hasta el matrimonio —bromeó, Tadeo regresó con un golpe la almohada que antes había sido para él, Edu rió y agradeció la charla de hermanos, el mayor encendió la televisión y se quedó haciéndole compañía al pelinegro, hasta que el chico se puso de pie y su Padre lo llevó a la Universidad.

En el lugar, Omar caminaba solitario por los pasillos, se acercó a su casillero y tomó los libros que usaría en la clase que venía, un mensaje de texto de su Padre llegó a su móvil, mientras lo leía chocó con alguien y sus libros cayeron al suelo, al levantarlos y pedir disculpas las mejillas de Augusto se sonrojaron al ver que había chocado con el chico que siempre le gustaba ver.

—Hola —dijo Augusto —¿Cómo estás?

—En el suelo —dijo Omar —Literal —rió.

—¡Cierto! —Los chicos se pusieron de pie y se miraron de forma incómoda, sin saber qué más decir —Me gusta tu... sudadera.

—¿Ésta? Es de color negro y ya —dijo avergonzado Omar —Pero gracias.

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