Capítulo 16 - Dejar que Eduardo sea Eduardo

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Una semana posterior al aniversario de la ciudad, Lautaro recordaba aquel momento con Eduardo, cerraba sus ojos y sonreía en silencio. Esa noche al llegar a casa se encontró con su Madre, Lau le sonrió de forma boba y entró a su cuarto, ella le siguió con exceso de interés.

—¿Qué sucede? Llegas algo tarde.

—Nada, me quedé un rato más en la feria.

—¿Y esa sonrisa?

—Nada Mamá —soltó una carcajada nerviosa —Nada, nada —Su Madre entrecerró la mirada, cerró la puerta del cuarto con seguro y Lautaro entendió que no se libraría de ella tan fácil.

—Tu Padre está durmiendo, puedes contarme ¿Si?

—Es que... —El rubio sacudió sus manos y tomó asiento en su cama —Hay un chico que... que me gusta y esta noche he estado con él.

—¿En la feria? —dijo ella entusiasmada.

—Mamá creo que... estoy sintiendo algo demasiado fuerte que no puedo controlar, tengo... miedo.

—Lautaro, cariño... es normal tener miedo de enamorarte, un corazón roto aterra a cualquiera.

—Pues yo no sé realmente si a Eduardo le gusto o no, pero esta noche ha sido... tan genial, sentí a Eduardo más real que nunca.

—Tiempo al tiempo ¿Si? Despacio con ese corazoncito enamorado ¿Vale? —Lautaro sonrió avergonzado, le agradeció a su Madre por escucharlo e interesarse en él, la mujer abrió la puerta del cuarto y le deseó las buenas noches, aún cuando ya era de madrugada.

Posterior a eso pasó exactamente una semana en que los chicos no pudieron verse ni siquiera para estudiar, Lautaro llegó a pensar que Eduardo lo estaba evitando, pero no, el pelinegro tenía exámenes importantísimos y se quedaba hasta altas horas de la madrugada estudiando.

Jueves por la tarde, Eduardo soltó un bostezo mientras el psicólogo trataba de llamar su atención.

—... Si quieres nos detenemos acá y vuelves para la próxima.

—Lo siento, lo siento —dijo Eduardo frotándose los ojos —He tenido una semana horrible, tengo exámenes todos los días y la próxima debo entregar trabajos y... soy solo yo y mi amiga, así que siempre tenemos mucho que hacer.

—Estás estudiando mucho por lo que veo —dijo Rodolfo con una sonrisa pequeña al notar que Eduardo mejoraba poco a poco.

—¿Usted... usted cree que podría irme? Necesito ir con mi amiga a la última clase y luego a la biblioteca por unos libros, por favor.

—Por supuesto Eduardo, de hecho te lo agradezco, tengo un problema en la Universidad de mi hijo y quizás pueda ir a solucionarlo hoy mismo.

—Que tenga suerte —Eduardo se levantó desde el sofá y tomó su bolso —Nos vemos el lunes.

—Adiós, descansa y no te exijas demasiado ¿Si?

—Claro —Eduardo regresó a su camioneta, condujo lento y caminó por los pasillos siendo un muerto viviente, llegó hasta el casillero de su amiga y le sonrió agotado —He regresado.

—¿Te ha ido bien en el doctor?

—No es el doctor, voy al psicólogo dos veces por semana.

—¿Qué? ¿Desde cuándo?

—Hace más de un mes —dijo Edu levantando los hombros confundido, sin recordar en qué fecha había comenzado todo esto.

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