Capítulo 57 - Tú provocaste esto

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Algunas semanas después

Eduardo frotaba su mirada muy agotado, bostezaba y el brillo de la pantalla de la computadora le molestaba, eran las once de la noche, la hora había pasado más rápido de lo que él creía. El chico apagó todo y caminó hacia la salida, miró en dirección a la zona de impresión, vio la luz encendida y creyendo que alguien la había dejado encendida, caminó para apagarla. Al llegar vio a Matías analizando unas fotos recién salidas de la impresora, sonrió y luego gritó al asustarse.

—¡Ah! ¡Casi me matas! —gritó.

—Oh es que... pensé que ya no había nadie —dijo Eduardo con algo de sueño.
—Tengo que presentar algo mañana, se me hizo tarde.

—Ya, me pasa lo mismo muchas veces —rió el chico. Lautaro había terminado con él hace algunas semanas, se mantenía triste y con la mirada pérdida casi todo el tiempo, hoy era primera vez que reía —¿Vas a quedarte hasta muy tarde?

—Creo que sí, he impreso la mitad de mis fotos y la otra parte aún me falta corregirle el color.

—Ya... bueno, yo me voy, espero puedas dormir —Eduardo se volteó, Matías presionó sus labios nervioso y dejó sus fotos a un lado para hablarle al chico.

—¿Estás bien? —preguntó —Siempre estás algo... triste ¿No? —Eduardo se giró para verle, guardó silencio y el chico se arrepintió de inmediato por haberle preguntando —Lo siento, lo siento no debí haberte dicho nada ¿Vale? Lo siento muchísimo.

—¿Tengo cara de enfadado?

—Mmm... ¿Un poquito? —preguntó presionando los labios. Eduardo rió de la expresión del chico, miró hacia todas partes y sintió que lo de Lautaro dolía menos que ayer, y quizás mañana podía doler menos si comenzaba a tomar las riendas de su vida, aceptando que el chico le había dejado.

El pelinegro puso su bolso sobre una silla, se dio media vuelta y Matías le miró extraño.

—¿Qué haces?

—Voy por café —levantó los hombros con resignación —De todos modos ir a mi apartamento no es una opción, mi hermano está con una chica y dijo que me enviaría un mensaje cuando pudiera llegar, y hasta esta hora... —Edu miró su teléfono —Creo que aún está ocupado —Matías sonrió, por fin tenía un amigo en todo ese competitivo ambiente. Le siguió a Eduardo y juntos fueron a la cafetería que estaba al costado del edificio.

Algunos meses después

Tadeo hablaba sin parar, Eduardo miraba hacia todas partes que un auto no les arrollara, su hermano mayor estaba más preocupado de contar lo que le sucedió el día de ayer, que de su propia vida en ese preciso momento.

—...Entonces me dijo que el precio había cambiado, que alguien le ofrecía más dinero por lo que si yo no le daba el doble no me daría el lugar.

—¿El doble? Pero ya estaba muy caro, ¿Qué le dijiste?

—Que se jodiera, ¿Quién se creía? Conozco esa estrategia, inventar un supuesto comprador que da más dinero para que el real suelte pasta extra, conmigo no, seguiré buscando... otro lugar para la tienda, aunque me tome otro año en esta maldita ciudad —Tadeo presionó sus labios con algo de tristeza, llevaba todo este tiempo en Los Ángeles buscando donde instalar su tienda, pero encontrar un espacio en una ciudad llena de personas se hacía cada vez más difícil.

—Bueno, supongo que si eso falló fue porque algo mejor viene.

—Hablando de eso, debo ir a ver un lugar que encontré anoche, llegaré tarde si no me apresuro —Tadeo empezó a adelantarse —¿Te veo en casa?

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