Capítulo 5 - El primer gran paso

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Eduardo detenía su camioneta mientras se mantenía en silencio, Josefina soltó un estornudo y abrió la puerta

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Eduardo detenía su camioneta mientras se mantenía en silencio, Josefina soltó un estornudo y abrió la puerta.

—¿Vas mañana a la Universidad?

—Claro.

—Oye y sobre... lo de Lautaro.

—Déjalo —dijo Edu fingiendo una carcajada —Te dije que no estaba coqueteando, no podría hacerlo teniendo hijo y novia.

—Ya pero... creí...

—Quizás también lo creí por un segundo, pero tranquila... todo está bien.

—Okay —Josefina se sentía algo mal por haberle insistido a su amigo que el rubio estaba coqueteando con él, al punto de convencer un poco al pelinegro, quien subió rápidamente a las nubes pero al tocarlas se desplomó de espalda en el suelo.

Josefina entró a su casa mientras Eduardo condujo lentamente hasta la suya, detuvo su camioneta y la música se apagó de inmediato. Edu guardó las llaves de su camioneta en su chaqueta color verde oscuro, metió las manos en sus bolsillos y entró a casa soltando una respiración agotada.

—Hola cariño —le dijo su Madre, la que estaba ordenando la mesa para la cena —Te estaba esperando.

—No tengo ganas de cenar —dijo Edu sonriendo de forma falsa —Comí algo con Josefina y creo que me cayó un poco mal para el estómago.

—¿Te encuentras bien?

—Si, solo necesito dormir, lo lamento mucho —Eduardo siempre pedía disculpas por todo, aún cuando no era necesario hacerlo. El pelinegro subió rápido las escaleras y no se sintió a salvo hasta que escuchó el ruido de su puerta cerrarse y su cuerpo estuvo tendido sobre su cama.

Tadeo presionó sus labios algo asustado y le confesó todos sus pensamientos a su Madre.

—Mamá —susurró mientras tomaba asiento frente a la mesa —¿No crees que Eduardo está más silencioso y triste de lo normal? Me preocupa demasiado.

—Ya lo sé —dijo ella asintiendo —No pienses que no me he dado cuenta, sucede que cada vez que hablo con él me sonríe, me dice que todo está bien y no sé qué hacer, no sé cómo ayudarlo.

—Yo sí —dijo Tadeo —Creo que lo mejor que puedes hacer es citar a Edu con un psicólogo, alguien que pueda hablar con él de la forma en la que nosotros no podemos.

—Si... —dijo su Madre de forma pensativa —Tengo un contacto en mi agenda, de hecho iré por mi teléfono ahora mismo.

Sarah y Tadeo le organizaron la mejor ayuda que podían pensar en ese momento para Eduardo, mientras que el pelinegro se mantenía acostado en su cama, boca arriba mirando el techo de su habitación.

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