Capítulo 23 - ¡Mi bicicleta!

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Eduardo se sonrojaba mientras recordaba lo que Galia le había dicho, Lautaro decía que era muy guapo, eso lo hacía sentir bastante cálido

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Eduardo se sonrojaba mientras recordaba lo que Galia le había dicho, Lautaro decía que era muy guapo, eso lo hacía sentir bastante cálido.

—¿Vas a comerte el postre? —Tadeo le quitó el helado de frambuesa a su hermano, el pelinegro lo volvió a tomar y metió su cuchara.

—Si, si me lo voy a comer —dijo Eduardo, Tadeo le miró enfadado y Jonathan soltó una pequeña sonrisa al ver como Eduardo comía con más normalidad que nunca.

—Bueno, ¿Qué harán este fin de semana? Pensaba ir a la casa de mi Madre y quedarme con ella, hace tiempo que no nos quedamos con ella ¿Cierto?

—Yo tengo una salida mañana —le dijo Tadeo a su Mamá mientras se devoraba el poco helado que le quedaba.

—Yo te acompaño —le dijo su esposo —¿Eduardo?

—Bueno yo... no tengo nada planeado.

—¿Por qué no haces algo con Lautaro? Ir al cine es una opción —Jonathan humedeció sus labios, Eduardo mantuvo silencio por un segundo y luego asintió.

—Claro, le diré —Tadeo miró como poco a poco Eduardo se iba enamorando del rubio, la Madre de los chicos se puso de pie para llamarle a la abuela de sus hijos y pronto cada uno fue abandonando la mesa.

Eduardo se quedó en el balcón de su cuarto, sostuvo su teléfono por un par de instantes, respiró nervioso y luego le llamó a Lautaro, la marcación tardó unos cinco tonos para que el rubio respondiera.

—Eduardo —dijo Lau —¿Cómo estás?

—Bien, ¿Tú?

—Pues ahora lanzándome a mi cama, acabo de terminar de cenar.

—Si —rió —igual yo —Lautaro se mordió su labio inferior cuando escuchaba la risa de Edu —Quería saber si... ¿Haces algo mañana? Tenía pensando ir al cine.

—Claro, ¿A las 7? ¿Dónde nos juntamos?

—Si, a las 7 está perfecto, yo paso por ti entonces.

—Vale, muchas gracias —ambos chicos rieron al mismo tiempo, tardaron un segundo en volver a encontrar tema de conversación para luego hablar los dos al mismo tiempo.

Pasando la noche Edu se recostó en su cama, abrazó a su almohada y sonrió al pensar que vería a Lautaro mañana.

El centro comercial al otro día no estaba tan repleto de personas como normalmente sucedía, no era ni quincena o fin de mes, así que mucha gente no iría a perder dinero en cosas incensarías.

Lautaro y Eduardo subían al cuarto piso en las escaleras eléctricas, Edu tomó su billetera y acordaron juntos comprar unas entradas que venían con palomitas de maíz incluidas, mientras hacían la fila Eduardo notó que había un chico de al parecer la misma edad que él, a tres personas de distancia, lo miraba de pies a cabeza, y aunque Eduardo se percató el chico descaradamente le seguía mirando. Incómodo el pelinegro se quedó en silencio y tomó asiento a las afueras de la sala para poder entrar.

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