Eduardo es un chico que puede sonreír o asentir durante todo el tiempo sin problema, pero cuando la puerta de su habitación se cierra, una oscuridad pinta las paredes de su cuarto, Edu vive soportando un secreto que lo destruye y lo aleja de la feli...
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Las manos de Eduardo temblaban, el chico levantó la mirada y la luz del pasillo le molestaba en los ojos, causándole un enfado y ganas de correr. Su Madre tomó asiento a su lado, le tendió una galleta de chocolates que había sacado de una máquina expendedora, pero el pelinegro negó con la mirada y su estómago se revolvió causándole un pequeño dolor.
—Necesitamos solo unos minutos más.
—Tranquila, estoy bien —mintió el chico. Eduardo se encontraba con su Madre en el salón de espera, el psicólogo no tardaría en atender a Eduardo. Cuando la secretaria del hombre apareció y le dijo a Edu que podía entrar, el chico se levantó y le sonrió a su Madre.
—Te aseguro que todo va a estar bien.
—Lo sé, tranquila —Eduardo volvió a fingir una sonrisa, entró a una gran sala donde había un ventanal gigante, se podía ver la ciudad completa desde allí. Eduardo caminó lentamente y se mordió su labio inferior mientras trataba de buscar su casa.
—La vista es linda ¿No? —El psicólogo, un hombre de unos 32 años, con una barba de solo unos días, ojos verdes y cabello negro corto apareció desde el baño del salón, tomó asiento y le sonrió a Eduardo —Fue ese ventanal el que me hizo quedarme con la oficina.
—Ya veo —Eduardo se alejó y tomó asiento en un gran sofá color café, entrelazó sus manos y miró el suelo.
—Es un gusto, soy Rodolfo, tú eres Eduardo ¿No?
—Sí.
—¿Qué edad tienes Eduardo?
—19 años.
—He hablado un poquito con tu Madre antes de que nos conociéramos, me dice que te ve un poco triste, ¿Es cierto eso?
—No lo sé —dijo Eduardo, levantando la mirada y los hombros —Yo me siento normal.
—Ya lo sé, por eso estamos acá —rió de forma amable —Para darte la razón y decirte a todo el mundo Hey, vete a la mierda, estoy bien y todos ustedes son los locos —Rodolfo usaba los insultos para conectar con los jóvenes, sabía que eso les llamaba la atención y los hacía entrar en confianza, con Eduardo eso funcionaría tarde o temprano.
—Puede ser —rió Edu un poco de forma sincera.
—Entonces, háblame un poco de ti Eduardo, ¿Qué sueles hacer durante un día normal? Dime todo, desde que te levantas de la cama hasta que regresas a ella —El psicólogo tomó una libreta y un lápiz con tinta azul. Edu exhalo nervioso y comenzó a narrar un día absolutamente normal para él.
Levantarse, buscar algo para el desayuno, conducir su camioneta para la universidad o usar el metro si es que está castigado, pasar la mayoría del día en la Uni hasta que termina la jornada, estudiar para subir sus calificaciones y luego buscar algo en su móvil o televisión, algo que lo distraiga para luego caer en su cama y dormirse.