Capítulo 18 - Hospitales y Clínicas

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Lautaro abría los ojos muy lento, vio un destello blanco frente a él y trató de levantarse, pero un mareo se le subió a la cabeza y perdió el control de toda la situación.

—Hey tranquilo —le dijo Mckay —Estás bien, si, tranquilo.

—Mi... cabeza —dijo Lau con mucho esfuerzo, volvió a abrir los ojos y notó que el destello blanco en sus ojos era el foco que iluminaba la habitación —¿Dónde...?

—En el hospital —respondió el moreno —Te dieron muy, muy fuerte —Lautaro recordó de inmediato el golpe en la cabeza, como cayó al suelo, golpes que no se detenían en su rostro —Los doctores te han dado algunos calmantes, además logramos detener a los estúpidos que te golpearon, así que quédate tranquilo —El rubio cerró los ojos ya que aún no estaba completamente bien, se sentía mareado por culpa de los golpes y los calmantes para el dolor. Cerró sus ojos para intentar descansar la vista, quedándose dormido involuntariamente.

Los Padres de Lautaro llegaron al Hospital, donde el jefe policía de Lau los estaba esperando, preocupado por la situación del chico pero confiado en su recuperación.

—¿Dónde está mi hijo?

—Habitación 36 del pasillo 2, debe estar descansando, los doctores le hicieron unos exámenes y el golpe que le dieron en la cabeza lo dejó inconsciente, pero Lautaro empezó a despertar en lo que llegábamos al hospital —El Padre suspiró aliviado cuando escuchó —Así que solo le toca tomar la medicina, descansar el tiempo necesario y cuidarse estos días en su casa.

—¿Podemos verlo?

—Claro —le respondió al mayor —Está con un amigo en su cuarto —La Madre asintió, llegó rápido a la habitación de su hijo y soltó lágrimas al verle el rostro, hinchado por culpa de los golpes, con algunas heridas en su mejilla, su ojo izquierdo completamente morado y un parche que cuidaba la herida en su cabeza.

—Hola —dijo Mckay —se acaba de volver a quedar dormido, sus papeles están acá —el menor le entregó a la Madre del chico la licencia médica, dos semanas de reposo.

El Padre de Lautaro presionó sus labios sintiéndose preocupado, asintió al leer la licencia y luego solo esperaron que al rubio le dieran de alta durante el transcurso de la noche para llevarlo a casa.

Al otro día en un lugar bastante distinto, Eduardo caminaba por los pasillos de la Universidad, le enviaba algunos mensajes a Lautaro pero este no le respondía, el pelinegro llegó a su salón y se ubicó con Josefina. El profesor no tardó en comenzar la clase y ordenarles que se agruparan de tres para un nuevo trabajo.

A la mitad de la clase el profesor se acercó donde Omar, miró hacia todos lados y le cuestionó el porqué estaba solo.

—¿Omar quiénes son tus compañeros?

—Trabajo solo —dijo con enfado sin levantar la mirada.

—¡¿Quién está trabajando de a dos personas?! —gritó en el salón, llamando la atención de todo el mundo, Josefina y Eduardo levantaron la mano de forma lenta y desconfiada —Trabajaran con Omar, cuando digo que se agrupen de a tres es porque quiero que lo hagan, no les estoy preguntando.

—Puedo trabajar bien solo —dijo Omar nervioso, no quería estar cerca de Eduardo, le hacía sentir incómodo y triste.

—Trabajas de a tres o repruebas, tú eliges, solo recuerda que la calificación es doble —el mayor se volteó hacia la pareja de amigos y los amenazó —lo mismo para ustedes —Eduardo presionó sus labios con algo de molestia, pero levantó los hombros con resignación y Omar se levantó de su asiento, tomó asiento con los chicos y saludó bajando la mirada.

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