Capítulo 12 - Mis ojos se llenan cuando te veo

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Eduardo bajaba las escaleras de su casa, era más temprano de lo normal, el chico tenía el cabello algo húmero por culpa del gel color azul que se había dejado para acomodar su pelo, el que sin la preocupación necesaria, se volvía un desastre duran...

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Eduardo bajaba las escaleras de su casa, era más temprano de lo normal, el chico tenía el cabello algo húmero por culpa del gel color azul que se había dejado para acomodar su pelo, el que sin la preocupación necesaria, se volvía un desastre durante el día.

El pelinegro se acercó a la cocina, dejando que un bostezo de sueño se apoderara de su cuerpo, frotándose sus ojos y tomando una naranja fue que regresó al comedor, lanzó su bolso en su espalda y escuchó un ruido que venía desde la habitación de sus Padres.

—¿Eduardo?

—Ya me voy —dijo el chico.

—Espera un segundo —El Padre caminó mientras se acomodaba el nudo de la corbata, el hombre estaba terminando de vestirse para ir al trabajo —Sé que ayer con tu Madre discutimos demasiado el tema de si deberías conducir o no...

—Papá, se me hará tarde para ir al metro y... —le interrumpió.

—Las llaves de la camioneta —Su Padre las sacó desde el bolsillo de su terno, las sostuvo por un segundo y luego se las entregó al chico, Eduardo las miró confundido, levantó su rostro para ver a su Padre, quien sonría de forma pequeña —La camioneta es tuya, no tienes que darme las llaves, solo prométeme una cosa: Cada vez que te sientas mal, por favor no conduzcas, llámame a mí o a tu hermano, llama un taxi, lo que sea, pero no conduzcas.

—Vale, está bien, no voy a usarla hoy de todos modos, aún me siento algo cansado por lo de ayer.

—Debes ir al doctor hoy al medio día, tu Madre pasará por ti.

—De acuerdo —Eduardo asintió, presionó sus labios con resignación y se giró en dirección a la puerta.

—Una última cosa —Su Padre caminó rápido, se puso de pie frente a él y lo abrazó con suavidad y cariño —Te quiero, Eduardo.

—Yo... también —A Edu le incomodaban un poco los gestos de cariño, no estaba acostumbrado a mostrar sus sentimientos con las demás personas, y cualquiera de estas situaciones lo hacían sentir pequeño y avergonzado —Papá se... se me hace tarde.

—Ya, lo siento.

—Gracias —Edu salió caminando despacio hacia la puerta, exhaló nervioso y luego algo avergonzado sacudió sus manos y comenzó a irse apresurado al metro, al llegar intentó desenredar sus audífonos, tomó asiento al fondo del transporte cuando este apareció; Josefina entró en su estación y vio a su amigo sentado a solas y con la mirada un poco perdida.

—Hola Edu —dijo ella con suavidad —¿Qué ha pasado? ¿Estás castigado?

—Hola —sonrió de forma pequeña —No, decidí dejar la camioneta el día de hoy, me siento un poco débil por lo de ayer.

—¿Estás bien?

—Si, solo un poco cansado —Josefina trató de hacerle subir el ánimo a su amigo, pero este era uno de esos días que Eduardo despertaba triste sin razón alguna, sintiéndose mal consigo mismo y con todo lo que le rodeaba.

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